En Brumadinho lloramos lágrimas de barro y sangre

Tres años después de la catástrofe de Mariana (Brasil), hace tan sólo unos días, el 25 de enero, otra catástrofe, de mayores proporciones, ha tenido lugar en Brumadinho, también en Minas Gerais y también de la empresa VALE SA. Otra presa colapsada, Córrego do Feijão, y, otra vez, cientos de toneladas de residuos tóxicos anegando comunidades, campos y ríos. Hasta el momento, se han recuperado 150 cadáveres de entre las montañas de lodo contaminado, aunque la cifra definitiva de muertos se estima en más de 300.

Hace apenas tres años Brasil sufrió la mayor catástrofe ambiental de toda su historia. La rotura de la presa Fundão, propiedad de la empresa VALE SA, en el municipio de Mariana (Minas Gerais), provocó el vertido de miles de toneladas de residuos tóxicos, causando daños incalculables en toda cuenca del río Doce y provocando 19 muertos. A día de hoy, miles de damnificados siguen esperando que se haga justicia. Manos Unidas, en unión con otras ONG católicas europeas y siguiendo la llamada del Papa Francisco, impulsó una campaña de sensibilización sobre esta catástrofe para que sirviera como ejemplo de los peligros asociados a la explotación descontrolada de los recursos naturales que se está llevando a cabo en diversos países de América con la complicidad de grandes corporaciones y gobiernos. Asimismo, en 2018, iniciamos un proyecto que tiene como objetivo apoyar la lucha de las víctimas de esta catástrofe para recuperar sus modos de vida y reivindicar sus derechos.

Desgraciadamente, el pasado 25 de enero otra catástrofe, de mayores proporciones, tuvo lugar en la localidad de Brumadinho, también en Minas Gerais y también de la empresa VALE SA. Otra presa colapsada, Córrego do Feijão, y, otra vez, cientos de toneladas de residuos tóxicos anegando comunidades, campos y ríos. Hasta el momento, se han recuperado 150 cadáveres de entre las montañas de lodo contaminado, aunque la cifra definitiva de muertos se estima en más de 300. Todavía no ha habido tiempo de calcular las pérdidas materiales y ambientales, si es que se pueden calcular. Manos Unidas ya ha expresado a sus socios locales en Minas Gerais su solidaridad con las víctimas, así como su compromiso con el trabajo de denuncia, de exigencia de justicia y de prevención de futuras catástrofes que realizan. Conviene no olvidar que existen decenas de presas en Brasil, y en otros países de América Latina, con riesgo de colapsar por acumulación de residuos. Como señala el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL): “la actividad minera es una industria del residuo. Por cada 7 kilos de cobre se produce una tonelada de desechos tóxicos. Por cada gramo de oro se producen 3 toneladas de desechos peligrosos”. OCMAL, como otras muchas organizaciones, pertenece a la Red Iglesias y Minería, una red apoyada por Manos Unidas y que nace precisamente para advertir de los peligros de la actividad minera y exigir políticas de protección para las personas y el medioambiente.

En relación a la tragedia de Brumadinho, Iglesias y Minería señala: “desde 2011 la población de Brumadinho se estaba manifestando de forma organizada contra la mina, sus impactos y amenazas. Desde el Foro de la Sociedad Civil se escribió una comunicación oficial al Secretario Estatal del Medio Ambiente en diciembre de 2018, pidiendo la suspensión de la licencia de la mina Córrego do Feijão. La articulación Internacional de los Afectados y Afectadas por VALE SA denunció en la Asamblea General de los Accionistas de VALE, en abril del 2018, los peligros del reiterado proceso de reducción de gastos y costos en sus operaciones, haciendo mención explícita a los diversos depósitos de desecho”. Se trataba, pues, de una tragedia anunciada. Los socios locales de Manos Unidas en Minas Gerais, Movimento dos Atingidos da Barragems (MAB) y Associação Estadual de Defesa Ambiental e Social (AEDAS) ya están trabajando intensamente para atender la emergencia humanitaria que ha producido esta catástrofe. Más adelante, llegará el momento de exigir responsabilidades, reparar a las víctimas y, sobre todo, hacer todo lo posible para que tragedias como las de Brumadinho o Mariana no se repitan más.

 

 

 

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