Valoración de Manos Unidas sobre la COP26 de Glasgow.
Hace unos días finalizó la COP26, con más de un año de retraso, debido a la pandemia. Era una COP tan esperada como la COP15 (2009 Copenhague) que terminó en un rotundo fracaso, o la COP21 (2015 París) en la que finalmente se consiguió llegar al “Acuerdo de París” para combatir el cambio climático en el S.XXI.
El motivo de tan altas expectativas era uno fundamentalmente: para no superar un aumento de la temperatura global por encima de 1.5ºC a lo largo del siglo, eran necesarios unos compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, por parte de los países, lo suficientemente ambiciosos para conseguirlo. Lo datos previos iban en la dirección contraria. El último informe científico ya advertía que el esfuerzo conjunto de los países era claramente insuficiente para mantenernos por debajo de 1.5ºC. Con los compromisos de los países puestos sobre la mesa, y en caso de cumplirlos, podríamos llegar al menos a una temperatura superior a los 2.7ºC al final del siglo. Pero, además, al ritmo actual de emisiones, en 2030 estaríamos produciendo un 17% más de estos gases, respecto de 2010 como año de referencia. El Acuerdo de París había previsto revisar estos compromisos cada 5 años, “para aumentar la ambición”, y la cumbre de Glasgow, la COP26, era el lugar esperado para ello.
Para Manos Unidas, lo que suceda con el clima no es una cuestión de interés científico o meramente ambiental, relacionado con nuestro cuidado de la creación. Se trata, sobre todo, de una cuestión de justicia.
Desde 2008, cuando Manos Unidas se unió a la campaña de Cidse “Plantando un Clima de Justicia”, el cambio climático se ha convertido en un factor central en nuestro trabajo para la lucha contra el hambre y la pobreza. Y hablamos en términos de “justicia climática” porque, si bien el calentamiento global es algo que nos afecta a todos, lo cierto es que los países y las comunidades más pobres, por un lado, son las que emiten menos gases de efecto invernadero. Pero, por otro lado, son quienes más sufren los impactos del cambio climático, y son, además, quienes tienen menos recursos para adaptarse a los cambios necesarios. Por ejemplo, los procesos de desertificación y disminución de los recursos hídricos en algunos países, son consecuencia de las emisiones generadas a escala global. Pero son las personas más pobres de esos países quienes sufren las consecuencias en su agricultura y alimentación. Se calcula que entre 1990 y 2015, el 10% más rico de la población mundial emitió el 52% de los gases de efecto invernadero. Mientras tanto, el 50% más pobre del planeta, emitió en su conjunto, solo el 7% de estos gases.
Por tanto, nada de lo que ocurra en relación al cambio climático nos es indiferente. Porque sabemos que sus efectos serán cada vez más intensos y devastadores, haciendo mucho más difícil una vida digna para millones de personas vulnerables, que viven en la pobreza y la exclusión.
No solamente esperábamos nuevos compromisos de los países, más ambiciosos y acordes con la ciencia, para mitigar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Desde la justicia climática, otras cuestiones nos parecen igual de relevantes:
¿Se avanzó en todos los temas clave relevantes para la justicia climática?
En definitiva y en resumen, la COP26 de Glasgow no ha sido la cumbre que esperábamos para avanzar significativamente hacia la justicia climática, pero reconocemos que se han dado pasos importantes, en un proceso de negociaciones complejo, largo en el tiempo, con multitud de intereses encontrados y diversidad de situaciones de los países... y donde todo acuerdo se toma por unanimidad. Esto requiere tiempos largos, y dotes extraordinarias de negociación.
Finalmente, no queremos dejar de comentar que nuestro trabajo por la justicia climática va de la mano de nuestro trabajo en red con CIDSE (organizaciones católicas de desarrollo de Europa y América del Norte). En los últimos años, bajo el paraguas de la campaña “Cambia por el planeta, cuida de las personas” hemos ido trabajando con jóvenes de Manos Unidas cuestiones tan importantes como la justicia climática, el derecho a la alimentación, y la necesidad de estilos de vida sostenible acordes con el cuidado del planeta y de las personas más vulnerables.
En este contexto, durante la COP, tuvimos la oportunidad de reunirnos en Madrid con jóvenes de diferentes Delegaciones, para hacer seguimiento de las negociaciones, profundizar en las cuestiones más delicadas para Manos Unidas, y seguir manifestando, como jóvenes, su compromiso y disponibilidad para construir un mundo más justo y sostenible, donde el hambre, finalmente, forme parte de la historia. Con ellos seguiremos trabajando en los próximos años. Y por la justicia climática.