Hoy, 11 de marzo de 2014, no queremos dejar de echar la vista atrás para recordar una de las jornadas más negras de la historia reciente de nuestro país. Y, con gran respeto, nos sumamos, como tantos millones de personas, al dolor por las víctimas, a los que perdieron la vida aquél 11 de marzo de hace una década, y a los que quedaron marcados para siempre por una violencia gratuita y sin el menor sentido.
Diez años han pasado ya desde que, en la fatídica mañana del 11 de marzo de 2004, estallaran en Madrid una serie de bombas que dejaron la ciudad sumida en el caos, y en la más profunda tristeza. La sinrazón del terrorismo arrancaba de cuajo la vida de cerca de 200 personas y dejaba heridas a más de 1.800. Los españoles hicieron suyo el dolor de tantas familias destrozadas y salieron a la calle para protestar contra la violencia y la barbarie.
Hoy, 11 de marzo de 2014, no queremos dejar de echar la vista atrás para recordar una de las jornadas más negras de la historia reciente de nuestro país. Y, con gran respeto, nos sumamos, como tantos millones de personas, al dolor por las víctimas, a los que perdieron la vida aquélla mañana de hace una década, y a los que quedaron marcados para siempre por una violencia gratuita y sin el menor sentido. Hoy queremos unirnos a ese homenaje que hacemos extensivo a los familiares y allegados de todas los damnificados por la barbarie y el terror.
“Ante tanta barbaridad, uno se queda profundamente trastornado, y se pregunta cómo es posible que el espíritu humano pueda llegar a concebir felonías tan execrables”, decía Juan Pablo II tres días después de los atentados, en el rezo del Ángelus.
Felonías que, desgraciadamente, se repiten día tras día, sembrando de muerte y tristeza muchos rincones de un mundo herido, que pide a voces vivir en paz.
"Resulta irónico cómo, cuanto más gente se une en nombre de la paz, la reconciliación y el desarrollo, más se unen los terroristas para destruir estos valores y para descargar su ira sobre los ciudadanos”, decía uno de los mucho mensajes de condolencia que recibimos de nuestros socios locales y organizaciones amigas en todos el mundo.
Por todos esos ciudadanos del mundo, sin distinción de raza, ideología o religión, hacemos nuestras la palabras de Juan Pablo II: “¡Nunca os dejéis desalentar por el mal!”