Más allá de las playas de Cancún, México es un país donde 55 millones de personas viven en la pobreza y 8 de cada 10 indígenas son pobres. En el último viaje de seguimiento realizado por Manos Unidas pudimos conocer a algunas de las personas que hay detrás de estos datos, así como el trabajo realizado por nuestros socios locales para acompañar a las comunidades que hacen frente a la pobreza y la desigualdad en un país donde muchas familias sobreviven con 1 euro al día.
Muchas personas pueden preguntarse la razón por la que Manos Unidas está presente en un país con regiones turísticas tan mundialmente famosas y con alguno de sus ciudadanos entre los más ricos del planeta. Pero hay un gran desconocimiento sobre la realidad de México… Más allá de las playas de Cancún hay un país de 127 millones de personas, con 67 lenguas indígenas, además del español y con gravísimos signos de desigualdad: el 1 % de la población acumula el 43 % de la riqueza del país mientras 55 millones de personas viven en la pobreza.
Según los datos de 2014 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 36,6 % de la población (44 millones de personas) vive en pobreza moderada y el 9,6 % (11,4 millones de personas) en pobreza extrema. Dentro de esta fuerte desigualdad, la situación de los pueblos indígenas es todavía peor. Los 16 millones de indígenas que habitan este país son los más pobres y están expuestos a la exclusión sistemática y a una situación de desventaja con respecto al resto de la población puesto que han sido víctimas constantes de la discriminación. Una vez más, las cifras son contundentes: 8 de cada 10 personas indígenas son pobres, el 50 % carece de servicios sociales, más del 80 % no tiene seguridad social y un 40 % carece de lo necesario para comer todos los días. El contraste con el resto de la población es muy grande. Las personas no indígenas en pobreza extrema constituyen el 9 % mientras que en los indígenas esta cifra sube al 40 %.
En el último viaje de seguimiento realizado por Manos Unidas pudimos conocer a algunas de las personas que hay detrás de todos estos datos y porcentajes. Hemos puesto rostro y voz a la pobreza y hemos sabido lo que significa vivir sin luz ni agua en casas en las que familias enteras deben vivir con solo 1€ al día. También hemos conocido a mujeres indígenas que se levantan antes del amanecer para tejer sombreros de palma que venden por escasos céntimos en los mercados locales y para quienes el dolor del hambre es ya un dolor crónico.
Para apoyarlas en su lucha diaria por mejorar su situación, Manos Unidas ha financiado un proyecto que fortalece a grupos de mujeres y sus capacidades organizativas con el fin de que puedan defender activamente sus derechos e incrementar sus capacidades técnicas para producir y comercializar alimentos, lo que les permitirá avanzar hacia su propia autonomía económica.
Al igual que en Oaxaca, los estados de Chiapas y Guerrero tienen un alto porcentaje de población indígena y cerca del 70 % de sus habitantes son pobres. Para combatir las principales necesidades y carencias, Manos Unidas apoya en estas regiones proyectos que buscan reducir la desnutrición, mejorar la salud de las familias e impulsar la producción agroecológica como estrategia de autosuficiencia y reconversión productiva. Asimismo, mediante la capacitación a mujeres en materia de derechos humanos, estamos fortaleciendo sus capacidades para el ejercicio de sus derechos, especialmente en el cuidado de la salud y la mejora alimentaria.
La tarea es ardua, pero con el trabajo junto a nuestros socios locales, algunos de los cuales llevan con nosotros más de 30 años, y la gran ilusión y entrega de las comunidades apoyadas, se van consiguiendo avances que nos permiten no perder la esperanza y continuar haciendo frente a la pobreza y la desigualdad en México.
Texto de Carmen Vivanco, Departamento de Proyectos de América.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 203 (junio-septiembre 2017).