Este pasado 17 de noviembre, tres misioneros y socios locales de Manos Unidas, el padre Patricio Larrosa, la hermana Janeth Aguirre y monseñor Enrique (Kike) Figaredo compartieron reflexiones y experiencias sobre su trabajo por los más pobres y su lucha contra la pobreza en un encuentro digital, organizado en el marco de la VI Jornada Mundial de los Pobres, bajo el título de «Signos de amor en un mundo que sufre». Reproducimos la respuesta a una de las preguntas que fueron planteadas en el encuentro, con la reflexión de la hermana Janeth Aguirre.
Estoy segura que nosotros, como Iglesia, como Iglesia católica, somos protagonistas en este proceso de humanización de la sociedad.
¿Qué pasa? Que muchas veces no presentamos a nuestros hermanos, que viven en estas situaciones de injusticia social, como seres humanos sino como seres miserables y cuando los presentamos como seres miserables... ¡a ver quién quiere verlos!
Ahora, cuando los presentamos como seres humanos, seres humanos que con una oportunidad pueden salir adelante, demostramos que con la educación y la formación humana del Evangelio logramos que se transformen corazones y que se transformen sociedades.
Muchas veces somos muy tímidos para mostrar lo que somos, lo que hacemos, lo que construimos... con ellos también, en una aproximación hacia ellos, para unirnos e igualarnos a su estatura: sea que tengamos que crecer sea que tengamos que disminuir, pero siempre con una aproximación y una mirada a ellos. Pero, a veces, nos quedamos tímidos en presentar lo que vivimos en los medios de comunicación; entonces, claro, si venimos nosotros con cosas tristes, pues la gente no quiere ver eso; la gente, en cambio, cuando ven la manera como la Iglesia logra transformar realidades, logra mejorar la calidad de vida de la gente, pues eso sí les llama la atención y, de alguna manera, transforma también la mirada que tienen.
Yo lo veo en nuestra misión en Koulikoró; allí, muchas veces vienen a nuestro centro la televisión local y la radio, para entrevistar y mostrar a las mujeres y a los jóvenes que han estado en estos procesos de empoderamiento y de transformación, porque quieren mostrar también la otra cara de la humanidad.
Como conclusión, y aunque somos a veces tímidos en la manera en cómo presentamos a la opinión pública los procesos que realizamos con la gente, y muchas veces nos quedamos en la miseria, tenemos el desafío de presentarnos como Iglesia, como personas y como canales humanizados, que desde la misericordia unen a todas estas personas que viven en situaciones difíciles, como oportunidades para que ellos también crezcan y sean más felices, como lo somos nosotros.