En Perú la trata y explotación sexual de mujeres por parte de mafias y redes criminales constituye un grave problema. La extrema pobreza, la sociedad patriarcal y la mercantilización del cuerpo de las mujeres facilita su existencia. Las Hermanas Adoratrices poseen una casa en Lima donde les aportan una extraordinaria ayuda para su recuperación y reinserción en la sociedad.
En algunas familias peruanas donde los únicos ingresos dependen de la mujer, las hijas son empujadas a la prostitución por el padre y son enviadas a ejercer este trabajo a la selva y a las minas. La mayoría de estas mujeres van engañadas por mafias con falsas ofertas de trabajo u otro método de captación por parte de redes que les aseguran que así lograrán el sustento económico para sus familias. Una vez desplazadas lejos de sus comunidades de origen y sin ninguna red de referencia (amigos, familiares etc.) las obligan a prostituirse con amenazas y cobro de deudas y regresan destrozadas y enfermas, todas ellas víctimas de historias terribles.
La Casa Santa Mª Micaela se encuentra en el centro de Lima y, con la colaboración de Manos Unidas, ayuda a chicas que han sido víctimas de explotación sexual. Pertenece a las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, congregación religiosa con la que Manos Unidas colabora desde hace casi 30 años para apoyar a la población más empobrecida y marginada en Asia, África y América.
La hermana Mª Francisca Gorostegui, española de Cantabria, es la coordinadora del proyecto. En la visita que realizamos hace unos meses, nos contó cómo trabajan con las mujeres en su autoestima, empoderamiento y desarrollo de una profesión. Se atiende de forma integral a las víctimas mediante orientación jurídica, laboral, social, educativa y psicológica. El programa de trabajo proporciona un entorno de seguridad hasta conseguir la recuperación de la autonomía personal de las mujeres; lo que les permite asentar su vida y desarrollar proyectos personales, frente a la vulnerabilidad y desarraigo que sufrieron por la trata y la explotación sexual.
La Casa ofrece capacitación en régimen de día mediante una oferta de cuatro talleres: cosmetología, computación, costura y repostería. Además, cuenta con la modalidad de internado para un número limitado de jóvenes de entre 18 y 25 años. Al finalizar su estancia y formación, las mujeres tienen una proyección de futuro y van encontrando trabajos que facilitan su desarrollo personal y profesional.
Nos sorprendió su juventud… Ninguna llegaba a los 20 años y cargaban con una historia larga y terrible de abusos. Sin embargo, comprobamos cómo el dolor y el miedo no han paralizado a estas mujeres.
Durante la visita tuvimos la oportunidad de dialogar con relevantes personalidades de la Administración peruana que trabajan por eliminar este grave problema, como la Fiscalía Superior de la Unidad de Protección de Víctimas y Testigos. Nos comentaron que el Estado está tomándose en serio el problema, pero que los presupuestos generales no recogen una partida económica específica por lo que sus acciones y atenciones son insuficientes. La ley peruana contra la explotación sexual no ha reglamentado aún el proceso que permita la condena del agresor, lo que provoca que la gran mayoría de los denunciados salgan indemnes.
Al finalizar tuvimos un encuentro con las mujeres en régimen de internado. Nos sorprendió su juventud… Ninguna llegaba a los 20 años y cargaban con una historia larga y terrible de abusos. Fueron sometidas a la explotación sexual siendo niñas. Una de ellas tenía la cara y brazos quemados, otra joven no paraba de temblar y otra, que venía de la selva y llevaba dos semanas en la casa, solo nos observaba sin decir palabra.
Sin embargo, comprobamos cómo el dolor y el miedo no han paralizado a estas mujeres. La mayoría estudia y sueña con ser profesional, abrir un negocio o dedicarse al mundo del arte y de la moda. Al final de nuestra visita, la joven que temblaba se acercó a nosotros y nos enseñó un cuaderno con sus dibujos. Dibujaba aves y quería llenarlas de color.
Texto de Jesús Ángel Varona. Departamento de Proyectos de América.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 205 (febrero-mayo 2018).
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