Las bulliciosas playas de Copacabana y los brillantes rascacielos del centro muestran a los participantes en la Conferencia de Río +20 sobre Desarrollo Sostenible el lado brillante de la floreciente economía de Brasil. Pero el crecimiento económico del país está dejando atrás a muchas personas, como los habitantes de la favela Rocinha. Aquí, cerca de 200.000 personas viven en menos de un kilómetro y medio cuadrado, luchando para ganarse la vida decentemente.
La brecha entre ricos y pobres de Río de Janeiro es sólo un ejemplo de las consecuencias de nuestro sistema económico imperfecto, pero es un ejemplo evidente. inconfundible. Lamentablemente, el texto de la declaración final de la conferencia, que los negociadores han pasado a sus jefes de Estado y de Gobierno para su aprobación, no hace ningún intento serio para cerrar esta brecha.
Por ejemplo, la declaración es fuerte en la contribución positiva que el sector de privado puede hacer al desarrollo sostenible, a través de las soluciones de mercado y de las nuevas tecnologías. Sus promotores están ya ansiosos por aprovechar las nuevas oportunidades de negocio que las medidas de la nueva economía “verde” les ofrece. Pero el texto dice bastante poco sobre los impactos negativos en los derechos sociales, ambientales y humanos de las compañías (sobre todo las multinacionales), que deben ser dirigidas hacia un desarrollo más sostenible y justo.
Al mismo tiempo, la falta de medidas concretas y estructurales sobre cuestiones urgentes que tiene el documento, como la inseguridad alimentaria y el cambio climático, pone de manifiesto su escasa consideración por los más pobres y vulnerables del mundo.
La declaración habla más de restablecer el crecimiento económico, afectado por la recesión mundial, que de tratar de construir un mundo más justo y sostenible. Es más Copacabana que Rocinha.
Las organizaciones de desarrollo y ambientales, los sindicatos y otros miembros de la sociedad civil han criticado el contenido de la declaración. Mientras que los negociadores de Río+20 han dado prioridad a las medidas '”verdes” de la economía, la sociedad civil dice que el desarrollo sostenible también consiste en el pleno respeto de los derechos humanos y en la creación de un sector financiero y de negocios saludable, que trabaje para las personas, no para el beneficio, así como en el reconocimiento de los límites planetarios y la reconsideración fundamental de nuestro consumo y producción.
Miles de personas expresaron su decepción con fuerza el miércoles 20 de junio, durante una marcha organizada por la Cumbre de los Pueblos, un evento paralelo a la cumbre oficial de la ONU. En la marcha, el obispo Theotonius Gomes, Presidente de Caritas Bangladesh, dijo que “los líderes no deben tener miedo a tomar decisiones que cuenten”, y advirtió que los más pobres pagarían las consecuencias de la falta de medidas adecuadas. En su país, Bangladesh, los medios de subsistencia de las comunidades costeras están amenazados por los crecientes niveles del mar, consecuencia de un aumento de la temperatura global producido por el cambio climático.
Después de varios días con sol abundante, Río dio la bienvenida a los jefes de Estado y de Gobierno en la llegada a la cumbre con nubes oscuras y con lluvia, como para subrayar que las perspectivas de un resultado ambicioso eran sombrías.
Por Roeland Scholtalbers, Responsable de Comunicación y Medios de CIDSE.