Un mes después del primero de los dos terremotos que sacudieron con fuerza las regiones nepalíes de Katmandú y Sindhupalchar, recibimos en Manos Unidas la visita del padre José Alfaro, el único religioso español residente en el país asiático, que reclamó, con esa firme afabilidad que caracteriza su hablar, que tras la repatriación de nuestros “hermanos” españoles, “el Gobierno no ponga punto final a su presencia en Nepal”.
Un mes después del primero de los dos terremotos que sacudieron con fuerza las regiones nepalíes de Katmandú y Sindhupalchar, recibimos en Manos Unidas la visita del padre José Alfaro, el único religioso español residente en el país asiático, que reclamó, con esa firme afabilidad que caracteriza su hablar, que tras la repatriación de nuestros “hermanos” españoles, “el Gobierno no ponga punto final a su presencia en Nepal”.
“Necesitamos, urgentemente, que se reconstruyan las casas. Estamos a punto de entrar en la temporada del monzón y la gente va a necesitar mucho acompañamiento. Ahora se construirán las casa en un momento, con barro, piedra y madera, y, al mínimo soplido, volverán a caer”, explica el misionero escolapio, empeñado, desde hace unos años, en llevar la educación a aldeas remotas del Himalaya. Allí, viviendo como uno más entre los más pobres, el religioso español ha conocido las muchas carencias, sobre todo en infraestructuras, de las que adolece Nepal.
“La ayuda más importante ahora es la de la reconstrucción de la infraestructura. Nepal es tan pobre porque le falta infraestructura… Falta luz eléctrica, no saben aprovechar los recursos…”. El padre Alfaro es consciente de que es ahora cuando la ayuda se hace más necesaria: “En la zona del terremoto hay necesidad; mucha. Las ayudas de primera hora sirven para el primer momento, pero luego, ¿qué pasa luego?”.
A pesar de que la Iglesia católica tiene poca presencia en Nepal, “aunque con proyectos muy buenos”, matiza Alfaro, “desde el primer momento se organizaron muy bien para canalizar las ayudas”. También desde la India y Pakistán se han movilizado para socorrer a la población afectada. (De hecho Manos Unidas ha enviado fondos de emergencia a través de nuestros socios locales en el norte de India).
Las carencias a las que se enfrenta cada día, no impiden que el escolapio viva feliz: "siento que estoy haciendo lo tengo que hacer“. Pero esa felicidad se ve empañada, a veces, por las contradicciones de nuestra sociedad y de la cultura en la que vive, que explica con varios ejemplos. “En los días posteriores al terremoto, yo compraba todos los periódicos en Katmandú para ver cómo trataban las noticias. Me encontré con que hablaban de las ayudas que enviaban de otros países, pero no decían nada de España. Volví la página y allí estaban Messi y Ronaldo. Eso sí, para el fútbol siempre existimos”.
También, nos cuenta que “le entraba bronca” cuando leía los periódicos españoles y veía el despliegue que había organizado el Gobierno para repatriar a gente “que solo va allí a hacer turismo. Y de los caros”. “Y con esto no quiero decir que no haya que ayudar a estas personas, que son seres humanos también, sino que luego se va a dejar de la mano de Dios a la gente que más lo necesita”, matiza.
Pero, Nepal “sigue caminando”, asegura. “Ellos saben sobrevivir mejor que nosotros…”.