Manos Unidas presenta oficialmente su Campaña 2023.
En una rueda de prensa celebrada el martes 7 de febrero en la Asociación de la Prensa de Madrid, arrancó su nueva Campaña («Frenar la desigualdad está en tus manos») en la que la ONG de la Iglesia católica va a centrar su trabajo en denunciar cómo la desigualdad se ha convertido en la mayor amenaza a nivel mundial y provoca que millones de seres humanos vivan en la pobreza.
La presidenta de Manos Unidas, Cecilia Pilar Gracia, hizo mención en su discurso a la «enorme brecha de desigualdad que separa a los más ricos de los más pobres y que, desgraciadamente, no deja de crecer. La riqueza no entiende de pandemias ni de crisis (según Forbes la riqueza creció un 9,8 % en 2021 y el 1 % de las fortunas globales contaban con más del 45 % de la riqueza total) y siempre encuentra la manera de crecer, aunque, tristemente, ese incremento no se refleja por igual en todos los seres humanos».
Un dato que, como manifestó Cecilia Pilar «debería avergonzarnos y mover nuestras conciencias hasta preguntarnos: ¿Cómo podemos permitir que cada nueve segundos muera una persona de hambre? El hambre de esos millones de personas siempre parece ser cosa de otros… De otros que no parecen ser personas, sino números, datos y estadísticas…», aseguró. «Porque la desesperación y la guerra no venden, a no ser que nos toquen de cerca. O que sean sus víctimas las que toquen a nuestras puertas, pidiendo asilo, compasión y, entonces, solo entonces, reaccionamos… ¡Y cómo reaccionamos!».
1.300 millones de personas sufren pobreza multidimensional, casi 700 millones viven en pobreza extrema y 828 millones pasan hambre en un mundo en el que se tira la comida a espuertas.
«Hace 64 años que Manos Unidas hizo de la lucha contra el hambre su principal objetivo», expuso la presidenta de la entidad. «Y nunca nos vamos a dejar vencer por el pesimismo ni creer que la victoria frente a la desigualdad es un reto imposible. Nosotros nos enfrentamos a esas inequidades que matan y empobrecen con trabajo y con hechos, porque, como nos pide el Papa: “Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se pone manos a la obra”».
«Por eso aceptamos el desafío de “soñar y pensar en otra humanidad” que nos propone Francisco», detalló. «Gracias al apoyo, a las manos generosas, de nuestros más de 70.000 socios y al trabajo de nuestros más de 6000 voluntarios, hemos aprobado casi 500 proyectos de desarrollo en 55 países. Y en 2023 vamos a seguir necesitando más manos. Manos que nos acompañen en nuestra tarea de llevar la educación y la sanidad a los lugares más remotos del mundo. Manos decididas a apoyar la creación de empleos dignos que permitan romper el círculo de la pobreza. Manos que asistan a las poblaciones más vulnerables en su lucha por la tierra y por el derecho a la alimentación. Manos que cuiden y protejan el medioambiente…».
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El misionero comboniano, Dário Bossi, italiano pero naturalizado brasileño, fue el encargado de continuar la rueda de prensa después de la intervención de la presidenta. Dário comenzó su charla explicando que se dedica «fundamentalmente a apoyar la causa de las comunidades y territorios martirizados por el extractivismo predatorio y la minería». Para esta lucha, el padre afirmó que han entrelazado redes de resistencia, como Justiça nos Trilhos, en la Amazonía brasileña, y la Red ecuménica Iglesias y Minería, en diversos países de Latinoamérica.
«En nuestra tierra, todavía es tiempo de relaciones coloniales. Existe la explotación económica, pero también hay opciones políticas y modelos religiosos que no se liberan de esta visión de dependencia y saqueo de riquezas materiales y culturales», expuso el misionero comboniano.
Sobre las empresas madereras de la región Piquiá, Maranhão, en la Amazonía oriental de Brasil, cuyo lucro parece estar por encima de todo, no dudó en afirmar que «han transformado de modo definitivo e irrecuperable una región entera, que ahora depende mucho de ellas. Los gobiernos han invertido en este modelo de saqueo de todo lo que se puede arrancar de las entrañas de nuestra tierra… y han debilitado otras iniciativas de vida y equilibrio en los territorios, como la producción familiar, la agroecología o el comercio local».
«No nos olvidamos los crímenes ambientales de la multinacional Vale S.A., responsable de los desastres de Mariana y Brumadinho, que mataron a centenares de personas y contaminaron dos cuencas hidrográficas enteras», exclamó en una mezcla de rabia y tristeza.
Los líderes de las comunidades que se enfrentan a estas empresas acaban siendo calumniados, criminalizados y hasta amenazados de muerte.
El padre Bossi prosiguió su ponencia contando tres ejemplos de lucha en contra de las empresas extractivistas:
«En la medida en que tomamos conciencia de nuestra responsabilidad frente a la desigualdad y, sobre todo, de nuestro poder para cambiar la realidad, estaremos abriendo los ojos al mundo y colaborando para reducir el injusto impacto de la desigualdad en las vidas de millones de personas», sentenció el religioso italiano.
En su alegato final, Dário Bossi lanzó un discurso impactante y a la vez esperanzador: «Hay que dar autoridad a los gritos, los llamados y las respuestas que vienen de estos territorios. ¡Hay que construir alianzas estables y apoyos innegociables con estas tierras y sus pueblos!, el movimiento político más eficaz y urgente es el reconocimiento del derecho de estos pueblos a sus tierras y planes de vida, el protagonismo de los pueblos libres en sus territorios. Estoy aquí para renovar nuestro pedido de solidaridad, no solo financiera, sino de efectiva fraternidad y sororidad entre comunidades de nuestras tierras y gentes, para que se hermanen. Podemos, juntos, investigar y denunciar la cadena de suministro que conecta las violaciones de derechos en nuestras regiones a los productos vendidos en sus países. Gracias a Manos Unidas por campañas como la de la “Diligencia Debida”, para que las empresas se hagan responsables de manera efectiva de la defensa de los derechos humanos y de los impactos negativos que genera su actividad».
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Después del padre Dário, tomó la palabra Virginia Alfaro, misionera laica de Misevi, asociación misionera, seglar y vicenciana, que ahora mismo está trabajando en Angola.
«Manos Unidas y Misevi somos compañeras de camino y ambas organizaciones nos esforzamos por contribuir a la construcción de una sociedad más justa y fraterna. En el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible trabajamos por una educación de calidad y para facilitar el acceso a la educación», contó Alfaro.
A lo que añadió: «En Angola, el 22 % de los niños y niñas en edad escolar están fuera del sistema educativo primario. Esta es una cifra impactante que, para nosotras, tiene detrás nombres, caras e historias conocidas. Por ello nos esforzamos en crear oportunidades de educación prescolar, en facilitar y acompañar el acceso a educación primaria».
«En el país africano, aún existe una brecha de género en el ámbito educativo, especialmente en la llegada a la educación secundaria, donde se registra un gran abandono escolar femenino. En la mayoría de los casos por motivos de embarazo en la adolescencia, con lo que, nuevamente, la mujer está en posición de desigualdad. La mujer en Angola es la base de la vida familiar y por ello es fundamental crear oportunidades que tendrán efecto multiplicador en toda la familia», explicó la misionera vicenciana.
La malaria es la causa principal de muertes en Angola. La mortalidad afecta sobre todo a menores de cinco años y a mujeres embarazadas.
«La malaria puede llegar a ser cerebral y deja huellas imborrables, sobre todo en la infancia, en el desarrollo evolutivo de los menores; limita la vida productiva de los adultos y compromete la economía familiar, porque no siempre hay medicamento gratuito en el hospital y es necesario comprarlo, dejando de comer para poder tener acceso a la medicación. Eso en el mejor de los casos, cuando la malaria no acaba en muerte», narraba Virginia.
Junto con Manos Unidas, Misevi desarrolla en Angola iniciativas para promover información, sensibilización, educación y compromiso, tanto personal como comunitario, en relación a la gestión del medio ambiente, a la prevención de enfermedades y al tratamiento correcto y clínico de los problemas de salud, especialmente en los menores.
«Misevi y Manos Unidas trabajamos para promover cambios, no solo en personas, cambios en las dinámicas familiares, en los barrios, en el sistema social. Promover acciones que provoquen movimientos sin opción al retroceso, puntos de inflexión en las vidas de las personas y en sus ambientes», explicó Alfaro.
Virginia finalizó su intervención con una referencia a la lengua angoleña Umbundu: «Hay un refrán en esa lengua que afirma: “El que come rápido, no está pensando en los demás. El que come rápido practica la desigualdad, no está pensando en el hambre de los/as demás”. Una vez más frenar la desigualdad está en nuestras manos».