Un grito profético con profundas esperanzas de cambio

Valoración de Manos Unidas a la exhortación apostólica Laudate Deum.

La exhortación apostólica Laudate Deum en una librería italiana. Foto: Reuters.

La Santa Sede publicó este miércoles 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, la nueva exhortación apostólica del papa Francisco sobre la crisis climática. Laudate Deum muestra, sin duda alguna, que este Papa sigue siendo hoy el único líder mundial con libertad para denunciar sin cobardía, y con autoridad moral y espiritual, el camino de la dignidad humana, con un mensaje esperanzador para el futuro de nuestro mundo.

Por eso, en mi opinión, la Laudate Deum, dirigida a todas las personas de buena voluntad sobre el cambio climático, no destaca tanto por la «novedad» de sus mensajes cuanto por «la urgencia del momento» marcado por la dolorosa conciencia del estancamiento de la lucha contra la crisis climática y sus consecuencias en las condiciones de vida de muchos seres humanos. Según escribe el propio Papa: «Han pasado ya ocho años desde que publiqué la Carta encíclica Laudato si’, […]. Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre. Más allá de esta posibilidad, es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas» (LD,2).  Y añade: «La reflexión y la información que podemos recoger de estos últimos ocho años nos permite precisar y completar lo que podíamos afirmar tiempo atrás. Por esta razón, y porque la situación se vuelve más imperiosa todavía, he querido compartir con ustedes estas páginas» (LD,4).

Con todo, no tratamos aquí de hacer un análisis profundo de la exhortación, sino de ofrecer algunos significados básicos de la misma para organizaciones que, como Manos Unidas, desde nuestra pertenencia a la Iglesia, colaboramos a que, desde la Cooperación para el Desarrollo, las periferias, los descartados y los pobres puedan dignificar sus condiciones de vida.

 

 

En este contexto, el primer significado de la Laudate Deum (por otra parte, siempre recurrente en todo el pontificado del papa Francisco) es la referencia a los últimos, los descartados, los olvidados, cuyo destino está en juego con la crisis climática. Es un problema social global que está íntimamente relacionado con la dignidad de la vida humana; sus efectos son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo; pone de manifiesto «un impactante ejemplo de pecado estructural» (LD,3). Así, para nuestras organizaciones, alcanzar la dignidad humana implica hoy por hoy una apuesta decidida por la lucha justa contra el cambio climático.

Quien lea la Laudate Deum, enseguida constata que sus 6 capítulos y 73 parágrafos encajan en los tres momentos de análisis de la realidad del papa Francisco: Reconocer, Interpretar y Elegir, análisis sumamente importante para nuestras organizaciones.

«Reconocer» un panorama bien conocido para nosotros

Dentro del «Reconocer», es de agradecer que el Papa recuerde un panorama bien conocido en las organizaciones de Cooperación para el Desarrollo: por un lado, los efectos del cambio climático que se hacen cada vez más letales para muchas personas; por otro lado, un amplio consenso científico sobre el origen humano del cambio climático; y al mismo tiempo un auge del negacionismo (presente incluso dentro de la Iglesia) que, eso sí, no duda en culpabilizar a los pobres de los efectos del cambio climático que les afectan.

Ante este panorama, el Santo Padre no se da por vencido, y nos invita a no darnos por vencidos. Aunque sea inusual, baja con datos a la arena para seguir defendiendo la verdad sobre el cambio climático, porque este momento tan dramático así se lo exige. «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son solo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos» (LD,5). Y según él: «Ya no se puede dudar del origen humano –"antrópico"– del cambio climático» (LD,11).

«Interpretar» cómo hemos llegado hasta aquí

Con el momento de «Interpretar», el Papa nos ayuda a responder a la pregunta: ¿cómo hemos llegado a este cambio climático que amenaza con llevarnos a un punto de quiebre? Su análisis resulta sumamente relevante para nuestras organizaciones no acostumbradas a la denuncia profética. Detrás del actual cambio climático y su estancamiento, recuerda el Santo Padre que encontraremos en primer lugar un modelo económico insostenible: «Esta situación no tiene que ver solo con la física o la biología, sino también con la economía y nuestro modo de concebirla. La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad» (LD,31). «Este modelo descansa a su vez sobre la tecnocracia, que consiste en pensar y vivir como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (LD,20). Consecuentemente: «Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades» (LD,22).  

La situación actual del cambio climático responde también –según el papa Francisco– a la falta de eficiencia en los acuerdos multilaterales entre Estados. Así, con total claridad, considera que: «Hoy podemos seguir afirmando que los acuerdos han tenido un bajo nivel de implementación porque no se establecieron adecuados mecanismos de control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos». También que «las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global. Quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad» (LD,51).  

«Elegir» la opción de la esperanza

El momento de «Elegir» del papa Francisco nos convoca a la esperanza. Estamos todavía a tiempo de actuar para evitar daños aún más dramáticos. ¿Qué puede significar eso para organizaciones como Manos Unidas?

En primer lugar, para el Papa, con sus avances y fracasos, las conferencias sobre clima siguen siendo un espacio válido para abordar la lucha contra el cambio climático. De allí que albergue grandes esperanzas sobre la COP 28 de Dubái. Pero según Francisco, seguimos corriendo «el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando» (LD,57). Para que haya cambios, el Papa recuerda el papel clave que juegan las organizaciones como la nuestra: «Suelen llamar la atención en las conferencias sobre el clima las acciones de grupos que son criticados como “radicalizados”. Pero en realidad, ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos» (LD,58).

Conclusión

La Laudate Deum no se acaba sin que el Papa nos recuerde a los fieles católicos que el compromiso con el cambio climático brota de nuestra fe auténtica que «no solo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado» (LD,61). Por eso, aunque las soluciones más efectivas dependen de las grandes decisiones políticas y económicas, el Papa sigue invitando a cada persona a un camino de reconciliación con el mundo que nos alberga

En ese camino, queda especialmente clara la invitación que nos hace, también como organizaciones de Iglesia, a transformar nuestros estilos de vida y consumo. Según él: «El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos» (LD, 71).

El principal mensaje de la exhortación, que vale también como su conclusión, es sin duda su último número que preferimos reproducir: «Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque «un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo» (LD, 73).

Texto de Fidèle Podga, coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas. 

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