Aunque es innegable el impacto medioambiental que está provocando el cambio climático, son los pueblos indígenas los que sufren las peores consecuencias a largo plazo, siendo así los más vulnerables ante su impacto.
Los pueblos indígenas son los más vulnerables al cambio climático. En América Latina el clima global está cambiando y sus efectos son visibles. El nivel del mar, aumenta, las sequías amenazan a la producción alimentaria en Centroamérica y el Caribe, mientras en el Sur las intensas lluvias repentinas provocan fuertes inundaciones. Si sigue aumentando la temperatura promedio global, la región será una de las más afectadas en el mundo y en pocos años. En Perú, por ejemplo, en los últimos años han ocurrido grandes inundaciones que arrasaron los cultivos de los pueblos indígenas de las Amazonas: ellos son de los primeros que tienen que afrontar las consecuencias directas del cambio climático por su estrecha relación con el medio ambiente y de sus recursos.
En los primeros 3 meses de 2014, cerca de un millón y medio de personas en América Latina sufrieron las consecuencias de eventos climáticos extremos, principalmente inundaciones, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCAH).
Sin embargo, no solo son las inundaciones, sino que también la escasez de agua también está golpeando a América Latina. Llena de tierras cultivables, la región podría tener un rol clave en asegurar la alimentación de millones de personas.
El cambio climático agudiza las dificultades, como la marginación política y económica, la pérdida de tierras y recursos, las violaciones de los derechos humanos, la discriminación y el desempleo.
En el Amazonas, el cambio climático tiene consecuencias como la deforestación y la fragmentación de los bosques y, por tanto, un aumento del carbono liberado en la atmósfera.
Las sequías de 2005 produjeron incendios en la región oriental del Amazonas. Por lo que, es probable que este fenómeno ocurra nuevamente a medida que la selva tropical se vaya transformando en sabana, lo que acarreará enormes consecuencias para los medios de vida de los pueblos indígenas de la región.
Por su parte, los pueblos indígenas de la región ártica dependen de la caza de osos polares, morsas, focas y caribúes, el arreo de renos, la pesca y la recolección no sólo para procurarse los alimentos para mantener la economía local, sino también como base de su identidad cultural y social.
Entre las cuestiones que preocupan a los pueblos indígenas de esa región figuran la alteración de las especies y los cambios en la disponibilidad de fuentes de alimentos tradicionales, las mayores dificultades para hacer pronósticos del tiempo y los riesgos que conlleva viajar en condiciones climáticas cambiantes, lo que causas graves problemas para la salud humana y la seguridad alimentaria.
En Finlandia, Noruega y Suecia, las lluvias y el clima templado en invierno suelen dificultar el acceso de los renos al liquen, su principal fuente de alimento. Esto ha provocado una pérdida masiva de renos, animales fundamentales para la cultura, la subsistencia y la economía de las comunidades saami. Como consecuencia de ello, los arreadores de renos deben alimentar a los animales con forraje, lo que resulta caro y no es económicamente viable a largo plazo.
En la cuenca del Kalahari en África, el aumento de las temperaturas, la expansión de las dunas, el aumento de la velocidad de los vientos y la pérdida de vegetación repercuten negativamente en las práctica tradicionales de crianza de ganado vacuno y caprino, obligándolos actualmente a vivir cerca de pozos perforados por el gobierno para tener acceso a agua y a depender de la ayuda oficial para su supervivencia.