La agricultura, la seguridad alimentaria y el cambio climático están íntimamente relacionados. Tratar de erradicar el hambre en el mundo al mismo tiempo que nos preparamos para alimentar a una población cada vez mayor en el contexto de un clima cambiante es un desafío que define nuestra era.
La seguridad alimentaria en un contexto de cambio climático resulta un desafío. La agricultura es un sector clave, tanto por las emisiones que el sector en sí genera como por los efectos perjudiciales que sufren las comunidades rurales a consecuencia del aumento de la variabilidad del clima y la pérdida de recursos.
El sector agrícola se está viendo especialmente afectado por el cambio climático, y las comunidades más vulnerables van a necesitar ayuda para poder hacer frente a los desafíos relacionados con el clima -la desertificación, la degradación de la tierra, la sequía, las inundaciones y la escasez de agua- en el futuro más inmediato.
La agricultura de pequeña escala sufre ya los efectos adversos derivados del cambio climático, puesto que se han ido echando a perder cosechas, hecho que ha exacerbado la desigualdad de ingresos, ha reducido las rentas de los hogares campesinos y ha socavado la seguridad alimentaria, afectando además de forma desproporcionada a las mujeres.
Con el aumento de las temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos se están volviendo más frecuentes y agresivos, ya que las estaciones meteorológicas que antes eran estables están cambiando y las lluvias desapareciendo.
Mientras las familias agricultoras están luchando por salir adelante, casi mil millones de personas con pocos recursos están experimentando graves dificultades para alimentar a sus familias.
El arroz y el maíz son dos de los cultivos más importantes -de ellos dependen millones de personas en Asia, África y América- que están experimentando una disminución de las cosechas. Se calcula que las cosechas de maíz caeran un 15% hacia el año 2020 en la mayor parte del África subsahariana y en la Índia.
Se estima que si no se actúa urgentemente se perderán de manera inmediata 50 años de trabajo en el desarrollo de los países más pobres, ya que el hambre provocada por el cambio climático podría ser la mayor tragedia del siglo.