El impacto de la globalización en el sector laboral se ha traducido en un empeoramiento de las condiciones ya precarias y con salarios muy reducidos (mayoritariamente temporales o a tiempo parcial; en muchos casos sin contrato escrito y sin Seguridad Social -sin cobertura de paro o despido-), y ha desembocado en una economía sumergida o informal. Y todo ello se suma a la "economía invisible" que muchas mujeres practican en sus hogares.
Según el informe 2000 del UNIFEM, "La globalización abre nuevas perspectivas para las mujeres instruidas que ejercen una profesión liberal, pero refuerza la situación precaria de las mujeres pobres", feminizando la pobreza.
En referencia al trabajo no remunerado, se han realizado estudios para contabilizar, de manera realista, el trabajo, - en el hogar y fuera de él – protagonizado por las mujeres. Según una estimación del año 1993, de los 23 billones de dólares que configuraron la producción mundial de bienes y servicios, habría que sumar otros 16 billones, que corresponderían al trabajo generado por las economías domésticas, o en las tareas comunitarias (atención a enfermos, niños, discapacitados, ancianos, etc ). De esos 16 billones de dólares, unos 11 habrían sido generados por el trabajo de las mujeres.
Si atendemos al porcentaje de producción asignable a los varones, las mujeres en algunos países les aventajan claramente: en Italia, con un 28%, en Austria con un 11%, en Japón con un 7%; y sobre todo, en el Sur, donde como media las mujeres generan un 13% de más de lo producido por los varones, y este porcentaje se eleva a 20% en las zonas rurales.
Tal ventaja es lógica porque se corresponde al número de horas trabajadas, que en la India es de 69 horas semanales para las mujeres por 59 de los varones, o en el Nepal de 77 frente a 56.