La feminización de la pobreza es un fenómeno mundial. Se calcula que un 70% de la población que sobrevive bajo el umbral de la pobreza extrema (menos de 1,25USD al día) son mujeres.
Por este motivo podemos afirmar que las mujeres son el tercer mundo del tercer mundo. Es decir, viven en una situación de desigualdad de género, fenómeno que hace que no se vean cumplidos sus derechos como mujeres.
Las mujeres que viven en la pobreza se ven privadas de recursos básicos como la tierra, la educación o el acceso a la sanidad. Muchas de ellas son las sustentadoras del hogar, tanto a nivel económico como de gestión, pero no tienen voz ni voto a la hora de tomar decisiones. Atrapadas en esta espiral de pobreza, las mujeres se ven prácticamente incapacitadas para salir por sí mismas de este bucle.
En el estudio de la pobreza ya no se diferencia únicamente entre Norte o Sur o entre rico y pobre: el género se ha convertido en un factor indispensable para su análisis.
Pero debemos tener en cuenta que cuando hablamos de pobreza no nos referimos únicamente a cuestiones económicas. En la conferencia de Beijing de 1995, las Naciones Unidas establecieron que la falta de oportunidades y de opciones eran las bases de esta problemática, pues sin ellas es imposible que millones de personas salgan de su situación de extrema precariedad.
Así pues, los indicadores sobre pobreza no son más que un reflejo de la desigualdad y la precariedad que sufren las mujeres por cuestiones de género. La discriminación que padecen es sistemática en cuestiones como la salud, la educación, el empleo y el control sobre la propiedad.
Por desgracia no hablamos de una leve desigualdad, pues son muchas las mujeres que ni siquiera tienen acceso a los derechos básicos como el acceso al agua potable, la atención médica o un empleo decente.
En septiembre del año 2000, representantes de 189 países se reunieron en la sede de Naciones Unidas en Nueva York con el fin de aprobar la Declaración del Milenio. Así pues, se comprometieron a trabajar conjuntamente para conseguir un fin común: reducir los niveles de extrema pobreza. Para ello, establecieron ocho objetivos básicos que debían cumplirse antes del fin del año 2015.
Estos objetivos son los que hoy en día conocemos como Objetivos de Desarrollo del Milenio:
Aunque sólo dos de estos objetivos están directamente relacionados con la mujer, se podría decir que todos tienen un notable carácter femenino, existen situaciones que nos hacen ver como las mujeres en la actualidad siguen encontrandose en situaciones de desigualdad frente a los hombres: