Especular es adquirir un determinado producto no con el objetivo de disfrutarlo sino con el de venderlo de nuevo aprovechando las fluctuaciones de su precio. Esto es precisamente lo que está sucediendo en el mercado de alimentos, donde los inversores especulan y provocan que los precios suban por encima de su valor real.
Y esto sucede por falta de regulación y por la ausencia de mecanismos de estabilización de los precios. Precisamente en los años 30 del siglo pasado se llevó a cabo una liberalización de los mercados agrícolas y una eliminación a gran escala de las políticas nacionales de control de precios: se abrió el camino a la volatilidad del precio de los alimentos básicos.
La especulación alimentaria se produce por la falta de valores éticos y humanos de los inversores y por la ausencia de una regulación.
La especulación con las materias primas ha crecido notablemente a raíz de la crisis del mercado inmobiliario y de la bolsa de 2008. Ante la imposibilidad de conseguir beneficios con la compra-venta de inmuebles en la bolsa, muchos especuladores se han decantado por entrar en los mercados de alimentos básicos. Así lo explica la monja, teóloga y médica Teresa Forcades en una entrevista reciente en la televisió pública catalana.
Los inversores especuladores se han marchado del mercado inmobiliario, hundido por la crisis, y se han instalado ahora en el mercado alimentario, más rentable.
En general, diremos que existen tres tipos de prácticas especulativas:
Víctor de Paz Mena