Pobreza y género

La pobreza afecta de manera más aguda a las mujeres que a los hombres

La pobreza se manifiesta de manera distinta según el grupo social. Uno de los factores que influyen en la probabilidad de padecer pobreza es el género. Hombres y mujeres sufren la pobreza de manera diferente y esta afecta más intensamente a las personas del género femenino. Debido a la división de trabajo por sexo y a cuestiones culturales, las mujeres tienen más dificultades en acceder a recursos materiales y sociales, lo que las condena a una situación de dependencia y vulnerabilidad.

Las mujeres tienen menos posibilidades de alcanzar la autonomía económica, pues soportan diversos impedimentos para acceder al trabajo remunerado. Por ello, su principal actividad sea el trabajo doméstico, lo que las sitúa en una posición de dependencia económica con relación al jefe del hogar. Muchas veces la pobreza entre las mujeres permanece oculta, porque sus condiciones de vida son evaluadas desde la perspectiva del hogar. Aunque vivan en hogares no pobres, un porcentaje significativo de las mujeres no cuenta con ingresos propios que le permita satisfacer de manera autónoma sus necesidades. Por ejemplo, en España, casi la mitad de las mujeres (47,4%) serían pobres si vivieran en solitario, tasa que cae al 22,1%, cuando el riego de pobreza es calculado desde los hogares.

Por otra parte, incluso cuando ejercen una actividad remunerada, las mujeres reciben un ingreso laboral entre un 4% y un 36% inferior al de los hombres y la brecha se acentúa especialmente en el caso de mujeres que ganan más, según dice el Informe Mundial sobre Salarios 2014/2015 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). De acuerdo con la OIT, la disparidad salarial entre hombres y mujeres se debe a variables observables, como el nivel de educación, y no observables, lo que sugiere la existencia de una discriminación en el mercado laboral. Además, el informe consideró la diferencia de retribución entre las madres y las mujeres sin hijos, concluyendo que la maternidad también influye en la disparidad salarial. En México, las madres ganan alrededor de 33% menos que las mujeres sin hijos.

La carencia de autonomía económica influye en la capacidad de las mujeres de ejercer sus derechos como ciudadanas, lo que perjudica el logro de la autonomía social. El déficit de independencia económica sumado a la falta de autonomía social son elementos que aumentan el riesgo de violencia. La violencia de género mantiene a las mujeres en la pobreza, porque daña su productividad, aumenta su absentismo laboral e interrumpe el desarrollo de normal de ciertas comunidades. En Mozambique, un estudio realizado en 2008 apuntó que 70% de las niñas sabían de maestros que exigían sexo a cambio de la obtención de mejores calificaciones, factor que desestimula la asistencia a la escuela.

Para combatir la pobreza de género deben implementarse políticas dirigidas al sector productivo y al hogar. El empoderamiento de las mujeres es un área estratégica para la promoción del desarrollo personal y de las habilidades sociales y políticas. Igualmente, son precisos cambios culturales que flexibilicen la división del trabajo remunerado y no remunerado por género, y que prevengan la violencia dentro de la familia. Para mayor igualdad en el ámbito productivo, es recomendable el fomento del acceso al empleo y a la equidad de remuneración entre hombres y mujeres, así como también la protección social vinculada al cuidado infantil. Solamente la articulación de políticas en diferentes esferas podrá disminuir la situación de vulnerabilidad de las mujeres.

Nicole Caus

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