Manos Unidas interviene de emergencia en la región amazónica.
El coronavirus no entiende de fronteras y no parece dar tregua tampoco a los pueblos del Amazonas colombiano, muy vulnerables a causa de su aislamiento, las graves carencias en cuanto a infraestructuras sanitarias y los contextos marcados por la violencia del conflicto armado.
El río Amazonas es el principal medio de comunicación para las poblaciones que habitan su cuenca. Con la proximidad de estos pueblos a puntos fronterizos con Brasil y Perú –dos de los países más afectados por la COVID-19 en América Latina–, la pandemia ha llegado a la región amazónica y amenaza a más de 400 comunidades ribereñas que han sido tradicionalmente «abandonadas» por parte de las administraciones colombianas.
Los pueblos indígenas de la Amazonía están completamente aislados en un extensísimo territorio sin medios de transporte, sin información y sin infraestructura médica. Son pueblos en riesgo de desaparecer por necesidades básicas insatisfechas y por conflicto armado y están en unas fronteras supremamente porosas con unos países vecinos altamente contagiados. La situación es realmente dramática (Ruth Chaparro, subdirectora de FUCAI, socio local de Manos Unidas en Colombia).
Los contagios observados en la región en las últimas semanas ha empujado a cinco asociaciones indígenas a contactar con FUCAI (Fundación Caminos de Identidad), socio local de Manos Unidas en Colombia, para buscar la forma de paliar la incapacidad del sistema sanitario y la insuficiencia de recursos con los que cuentan estos pueblos para hacer frente a una emergencia de esta magnitud.
En este contexto, FUCAI y Manos Unidas han puesto en marcha un proyecto en cuatro provincias del departamento de Amazonas en Colombia: Puerto Alegría, Leticia, Puerto Nariño y La Chorrera, donde las comunicaciones son fundamentalmente fluviales.
La población autóctona de estas provincias está constituida por comunidades indígenas que se han visto forzadas, por la presión externa, a reducir sus tierras de cultivo y a perder prácticas ancestrales que potenciaban la diversificación de la producción. Esto ha provocado, con el paso del tiempo, un incremento de la desnutrición y la morbilidad de la población, a lo que ahora se añade la amenaza de la COVID-19.
La intervención de emergencia de carácter multisectorial de FUCAI y Manos Unidas tiene el objetivo de establecer herramientas internas que permitan a las 81 comunidades indígenas implicadas organizarse para proteger la vida en sus territorios. La iniciativa plantea protocolos de actuación a nivel interno e instrumentos para que las autoridades y la guardia indígena se constituyan en los verdaderos actores en la contención de la pandemia, lo que permitirá dejar capacidades instaladas en las cinco asociaciones indígenas, a la espera de que el Estado asuma su responsabilidad en esta zona del país
Igualmente, las comunidades recibirán equipos de protección de bioseguridad y se pondrán en marcha medidas para velar por el cumplimiento estricto del aislamiento, controlar el acceso al territorio, facilitar información y sensibilización en las comunidades e indentificar y evacuar los casos más críticos.
Ruth Chaparro afirma que «el único camino es la solidaridad» y tiene una esperanza y una convicción: «Esperamos que este confinamiento nos sirva para repensar cómo estamos habitando la tierra, cómo nos estamos relacionando, cómo hemos generado y aceptado tanta desigualdad, inequidad y exclusión. Ese modelo de sociedad debe ser repensado y yo espero que sea la gran lección a la humanidad del COVID-19».
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