En la ciudad de Pune, India, Nita lucha por lo que en justicia le corresponde, enfrentándose a la familia de su difunto marido, en una sociedad que margina y discrimina a las mujeres. En su lucha ha contado con la ayuda de Streevani, “La voz de las mujeres”. Una organización de defensa de los derechos de las mujeres con más de treinta años de experiencia. Manos Unidas presta su apoyo a este proyecto que beneficia de forma directa a 3.500 personas.
Nuestra mirada a la igualdad nos traslada esta vez a India, a la ciudad de Pune, donde hemos conocido el caso de Nita, una viuda de 35 años capaz de luchar por lo que en justicia le corresponde, enfrentándose sin miedo a la familia de su marido, en una sociedad que margina y discrimina a las mujeres. Manos Unidas lucha contra la desigualdad de las mujeres en la India.
Recientemente, el escritor Agustín Paniker manifestó durante una conferencia en Casa Asia que en India la educación es “un patrón de perpetuación para el estigma hacia la mujer ya que en la pubertad se disocia la educación entre los sexos”. Los niños son educados para continuar con el negocio o las tierras familiares y las niñas, por su parte, reciben educación “para ser buenas esposas y sumisas”. Además, con el matrimonio la mujer, muchas veces a temprana edad, ha de dejar a su familia para vivir con la de su marido y, además, debe renunciar a su herencia, a la dote, que pasa a la familia del marido.
Por este motivo, en India es tan popular el dicho que titula este artículo: “Invertir en una mujer es como regar en el jardín del vecino”.
La historia de Nita está ligada a esas tradiciones y costumbres fuertemente arraigadas en la sociedad india, donde no es fácil cambiar mentalidades y donde, solo con la educación, podrán darse los pasos para estrechar esa enorme brecha que separa a hombres y mujeres en un país que avanza rápidamente en cuestiones económicas y no así en las sociales ni en la salvaguarda de los derechos.
"Me llamo Nita y soy una viuda de 35 años. Me casé hace más de veinte con un hombre al que no conocía.
Al principio todo iba bien. Mi marido era amable conmigo y me respetaba. Podía decirse que, aunque separada de mi familia y viviendo entre extraños, no era infeliz. Pero mi dicha duró poco. Pronto pude comprobar que me habían casado con un alcohólico. Aparecieron los problemas en casa. Las joyas de oro que aporté como dote para mi matrimonio se convirtieron en botellas de alcohol y en noches de diversión para el hombre con el que me casaron.Mi marido era violento y mis suegros hicieron que nos mudásemos a un apartamento separado del resto de las habitaciones de la familia. No querían convivir con esa vergüenza. Tampoco hicieron demasiado por su hijo cuando los médicos le diagnosticaron el sida. Ni durante su enfermedad ni el día que murió, cinco años después de nuestra boda.Yo estaba con él, cuidándole como cada día; sus padres no.
Con veinte años me vi sola, viuda y rodeada de personas que no me querían. Me consolaba saber que, por lo menos, como viuda me correspondían, por herencia, una serie de propiedades familiares. ¡Pero qué equivocada estaba! Mis suegros, que tenían una posición económica desahogada, me despojaron de todo aquello que por ley debía ser mío. Adiós a la renta por el alquiler de habitaciones; adiós al rickshaw, adiós a la pequeña tienda que me daba el sustento. Del reparto de tierras que hizo entre sus hijos, no vi nada…
Durante años viví a oscuras en las habitaciones que compartí con mi marido porque me cortaron la luz por impagos. Mi primo hermano y mi padre fueron mi sustento.
Pero no me rendí. Y mi premio fue conocer Streevani, a la hermana Julie y a su equipo de abogadas y trabajadoras sociales. Participé en sus grupos de mujeres y allí me abrieron los ojos a otras realidades. Gracias a ellas, pude acudir a los tribunales. Gracias a ellas, los jueces fallaron a mi favor. Gracias a ellas, hoy poseo la parte de la herencia de mi marido que me correspondía. Gracias a ellas, a su apoyo y a su valentía, pude creer en la justicia y en la verdad.
Sus actividades, que están encaminadas a la integración de la mujer en una sociedad patriarcal que las discrimina, se centran, principalmente, en ofrecer apoyo legal a las mujeres que se ganan la vida en el servicio doméstico y que sufren de los abusos de sus empleadores. Además, como en el caso de Nita, Streevani ofrece asistencia legal a mujeres en asuntos relacionados con las disputas matrimoniales, la violencia doméstica y el derecho a la propiedad. Para ello, la hermana Julie cuenta con un equipo de religiosas que se han reunido en el forum de Mujeres Religiosas Abogadas.
Manos Unidas ha apoyado este proyecto tendente a formar a las mujeres para que sean capaces de reclamar sus derechos. Con el apoyo de Manos Unidas, Streevani está formando y sensibilizando a las mujeres sobre derechos humanos y cuestiones legales relacionadas con su estatus y trabajo. Las mujeres también están recibiendo formación en asuntos sanitarios y reproductivos. Y se está haciendo hincapié en materia de violencia de género, su concienciación y cómo combatirla. Las mujeres están recibiendo, también, conocimientos sobre actividades empresariales para que puedan poner en marcha iniciativas para generar otros ingresos.
Indicadores | % Mujeres | % Hombres |
---|---|---|
Población | 50 | 50 |
Horas trabajadas | 52 | 48 |
Dinero en propiedad | 10 | 90 |
Tierra en propiedad | 1 | 99 |
Crédito agrícola | 2 | 98 |
Pobres | 67 | 33 |
Adultos/as analfabetas | 70 | 30 |
Personas desnutridas | 80 | 20 |
Niñez no escolarizada | 67 | 33 |
Puestos parlamentarios | 17 | 83 |
Puestos ministeriales | 16 | 84 |
Puestos dirección económica | 14 | 86 |
Fuente: Clara Murguialday: Metodologías para evaluar el impacto de género en las intervenciones de desarrollo, impartido en Córdoba, Septiembre 2009.
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