Deforestación y pobreza conforman un círculo vicioso en Haití del que urge salir.
«Ya no queda prácticamente ni un solo árbol en todo el país», afirma Lucas Bolado, coordinador de proyectos de Manos Unidas en el Caribe.
Hoy, 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente 2023, Manos Unidas denuncia la grave problemática que afecta, especialmente, a uno de los 54 países en los que tiene presencia: Haití, uno de los más vulnerables del mundo ante los efectos del cambio climático según el Índice de Riesgo Climático Mundial (IRC) y donde la deforestación del 98 % de su cobertura forestal original (como señalan datos recientes del Banco Mundial y de la FAO) es irreversible.
Para Bolado, «la precaria situación de las infraestructuras, la nula existencia de servicios públicos de protección y prevención o las condiciones de hacinamiento de gran parte de la población se han visto agravadas por las recientes catástrofes naturales, como el “terrible” terremoto de Puerto Príncipe en enero de 2010, el más reciente en Les Cayes, en 2020, o el “trágico” paso de los huracanes Matthew o Irma en 2016 y 2017».
El problema de la deforestación actual se suma a la lista de desgracias que se ciernen sobre Haití. «Un país que es un estado fallido, con la renta per cápita más baja de todo el continente americano y que depende principalmente de la agricultura de subsistencia a pequeña escala», continúa Bolado.
Manos Unidas lleva más de 30 años trabajando en Haití y República Dominicana y ha incrementado su presencia significativamente en la última década. A pesar de apoyar proyectos en diversos sectores —salud, educación, hábitat o derechos humanos—, «la apuesta fundamental de la organización en estos países busca garantizar la seguridad alimentaria y promover una producción agropecuaria sostenible; algo que no es posible sin incorporar un manejo adecuado del entorno natural, la mitigación de los efectos del cambio climático, el convencimiento y la motivación de los productores y productoras, la colaboración e implicación de las autoridades públicas y el apoyo de instituciones internacionales», asegura Lucas Bolado.
«Todo esto —añade Bolado— ha dejado a la mayoría de la población en una situación de pobreza extrema e inseguridad alimentaria graves, ya que según la FAO, en 2021, 4,3 millones de haitianos sufrían inseguridad alimentaria aguda».
Las consecuencias de esta deforestación acelerada son doblemente peligrosas. Por un lado, la erosión del suelo lleva a la pérdida de nutrientes y a la disminución de la fertilidad, lo que ha afectado gravemente a la productividad agrícola y ha contribuido al incremento de la inseguridad alimentaria del país. Por otro lado, la falta de árboles y vegetación para retener el agua ha incrementado la vulnerabilidad de Haití ante los desplazamientos de tierra e inundaciones, especialmente durante la temporada de huracanes y tormentas tropicales (de julio a diciembre).
«La tala de árboles para la obtención de carbón vegetal (única fuente de energía para cocinar en la mayoría de hogares y una de las pocas vías de ingresos a disposición de las familias), y las prácticas agrícolas inadecuadas como la “tumba y quema” (que consiste en despejar áreas boscosas para quemar el terreno y producir cultivos de ciclo corto), agota la tierra en pocos ciclos obligando a los productores a quemar cada vez más terreno», apunta Bolado.
La frontera de Haití con la República Dominicana es una de las zonas prioritarias de intervención de Manos Unidas. La deforestación genera conflictos entre las poblaciones de uno y otro lado de la frontera, ya que cada vez es más habitual la extracción ilegal de madera desde la parte dominicana hacia la parte haitiana; algo que, para Bolado, es «difícil de evitar, teniendo en cuenta la porosidad de los pasos fronterizos, la desesperada necesidad de madera e ingresos por parte de las familias haitianas y la presencia mayoritaria de trabajadores haitianos en el campo dominicano, lo que puede contribuir a que se amplíe la parte deforestada en República Dominicana».
En una zona en la que, debido a la falta de opciones económicas sostenibles, muchas comunidades locales dependen de la explotación forestal y la producción de carbón vegetal como fuente de ingreso, «una buena opción es crear cooperativas basadas en la economía solidaria para un desarrollo integral de las comunidades», explica, por su parte, Eliseo Vicioso, director de la Federación Regional de Organizaciones Campesinas, Agricultores, Mujeres, Microempresarios y Afines (FEROCAMS), socio local de Manos Unidas en la República Dominicana.
«Es necesario fomentar la cooperación y el diálogo entre las autoridades locales, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil para abordar de manera conjunta los desafíos ambientales de la frontera dominico-haitiana, compartiendo buenas prácticas, recursos y conocimientos técnicos», afirma Vicioso.
La frontera entre la República Dominicana y Haití es una de las más extensas (388 kilómetros) y densamente pobladas de América Latina. «Allí, el porcentaje de haitianos que trabajan la tierra en ambos lados es prácticamente del 100 %. Son haitianos y haitianas, ya que la mujer haitiana se dedica a la agricultura y su papel en el proceso de producción agrícola es muy importante», apunta Manuel Pérez Canario, vicepresidente del Centro de Promoción Campesina Lemba, otro socio local de Manos Unidas en la zona.
En el Día Mundial del Medio Ambiente 2023, Pérez Canario declara entusiasmado: «El relevo generacional en la agricultura haitiana es una garantía. Porque el que los niños de cinco y seis años se vayan involucrando en actividades agrícolas es un punto muy positivo».
La apuesta de Manos Unidas para intentar revertir el proceso de deforestación pasa por la reforestación pura con árboles maderables y frutales y por la promoción de nuevas prácticas agrícolas, agroecológicas o agroforestales que combinen los cultivos de productos de ciclo corto como las habichuelas o el maíz o con cultivos frutales que pueden dar sombra y ayudar a reforestar y a producir alimentos de manera sostenible y más rentable. Porque, la realidad es que, «si no se reforesta ampliamente pronto, ni se buscan otras maneras para generar energía para cocinar, será muy difícil salir del ciclo de pobreza en el que está inmerso Haití», denuncia Lucas Bolado.
Manos Unidas ha destinado en los últimos años más de diez millones de euros a la financiación de aproximadamente 100 proyectos de desarrollo en Haití y República Dominicana, entre los que cabe destacar las intervenciones binacionales, promoviendo una colaboración fraterna y un manejo adecuado del territorio fronterizo.
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