La infancia frente a la guerra, el hambre y la crisis climática.
El 20 de noviembre se celebra el Día Mundial del Niño, aniversario de la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño por parte de Naciones Unidas. Para conmemorar este día de vital importancia, desde Manos Unidas nos hacemos una pregunta: ¿Cuál es la situación de la infancia en 2024?
La Declaración de Ginebra es un texto histórico que reconoció por primera vez la existencia de derechos específicos para los niños y las niñas. Aunque ya existía la expresión «Derechos de los Niños», éste es el primer texto sistemático asumido por una institución intergubernamental que reconoce estos derechos específicos para la infancia, aunque en forma de deberes de la sociedad.
La Declaración de Ginebra afirma con rotundidad que «la humanidad debe al niño lo mejor que ésta puede darle». La pregunta ahora sería: ¿Cómo está la infancia hoy, 100 años después? A través de diversas fuentes, vamos a analizar la situación actual de la infancia en diversos ámbitos, como la guerra, el hambre o el medio ambiente.
En cualquier guerra, la infancia se convierte siempre en la primera víctima; ya sea por su exposición directa al conflicto; o porque se produce el correspondiente aumento del gasto bélico, incluso en países del Sur, que acaba desviando recursos necesarios para servicios básicos a la infancia como la educación, la nutrición o la atención sanitaria. La ONU verifica cifras terribles, como:
La educación es una herramienta fundamental que ofrece a los menores la oportunidad de abrirse camino hacia un futuro prometedor. Indudablemente, gracias a los Objetivos de Desarrollo del Milenio del 2000, la situación de la educación de la infancia en el mundo había mejorado. Pero en pleno siglo XXI, existen datos todavía estremecedores.
Así, la pobreza, la discapacidad, el origen étnico, las migraciones entre tantos otros factores siguen limitando las oportunidades de educación de millones de menores en el mundo.
Una alimentación adecuada en los niños y niñas resulta fundamental para su desarrollo físico y mental. Pero a pesar de los avances conseguidos, especialmente en las últimas décadas, la pobreza alimentaria infantil sigue afectando a millones de niños, sobre todo en el Sur, poniendo en grave riesgo su supervivencia, su crecimiento físico y su desarrollo cognitivo.
Detrás de esta crisis alimentaria infantil, encontraremos factores diversos como la pobreza generalizada de las familias, la creciente desigualdad entre países, los conflictos, o la crisis climática. Son factores que, unidos a la mercantilización de los alimentos y a las malas prácticas nutricionales, están condenando a millones de menores a una infancia difícil.
En las últimas décadas se han logrado avances en el ámbito de la salud infantil que permiten decir que la mortalidad infantil ha llegado a un mínimo histórico jamás registrado. Como recoge el Estado Mundial de la Infancia, publicado en 2023 por UNICEF, en 2022, el número de muertes de menores de cinco años se redujo a 4,9 millones. Se trata de uno de cada 27 niños nacidos, cuando en 1990, esa cifra era de uno de cada once. Sin embargo, este progreso no significa que hayan desaparecido las grandes amenazas para la salud de la infancia en todo el mundo.
Siguen existiendo enormes desigualdades que afectan a las tasas de supervivencia entre países y dentro de ellos. Naciones Unidas calcula que un recién nacido en el África subsahariana tiene 18 veces más probabilidades de morir antes de los cinco años que uno de Australia, y 14 veces más que uno de Europa o América del Norte.
Esta inequidad se ve en varios ámbitos, como en la asistencia sanitaria, los sistemas para enfrentar enfermedades o los programas de vacunación.
Resulta relevante vincular la actual situación de la infancia con la justicia climática, abarcada en la campaña de Manos Unidas de 2024, “El Efecto Ser Humano”.
Mientras una parte de la humanidad vive casi indemne a las adversidades climáticas, unos 3.600 millones de personas —cerca de la mitad de la población mundial— viven en contextos considerados «altamente vulnerables» a los fenómenos meteorológicos extremos. Ahora bien, esa mayor vulnerabilidad depende también de la edad. Como reconoce la propia UNICEF en informes como El cambio climático está transformando la infancia, de 2023, la infancia constituye uno de los principales rostros de la desigualdad climática. O en su informe «La crisis climática es una crisis de los derechos de la infancia», que los menores en general están ya expuestos al menos a un peligro medioambiental de gravedad.
Asimismo, las variaciones extremas del clima tienen un impacto negativo en la alimentación de la infancia (pérdida de cosechas, incremento de los precios de los alimentos, etc) y en su salud (por ejemplo, las altas temperaturas aumentan la reproducción de mosquitos que transmiten enfermedades letales como la malaria).
Finalmente, las migraciones forzosas también afectan a la infancia de forma extraordinaria: unos 43 millones de menores tuvieron que desplazarse entre 2016 y 2021 por inclemencias meteorológicas. Las tormentas e inundaciones fueron las catástrofes más graves, representando el 95% de los desplazamientos infantiles en ese mismo período.
La crisis climática está truncando el futuro de muchos niños y niñas en el mundo: dispara el riesgo de que sufran explotación, trata, violencia o abusos; y aumenta la probabilidad de que desaparezcan servicios esenciales para ellos. De hecho, las catástrofes medioambientales interrumpen cada año la educación de casi 40 millones de niños y niñas.
Así, la crisis climática es profundamente desigual. Aunque ningún niño sea responsable del mismo, sufren sus peores consecuencias: son los más expuestos a la contaminación; los que antes pierden la vida en casos de sequía e inundación; los que antes ven sus derechos vulnerados ante cualquier perturbación meteorológica. La crisis climática es, sin duda, crisis de la infancia; aunque evidentemente, toda la infancia del mundo no se vea afectada de igual manera.
Desde la «Declaración de Ginebra», el mundo ha dado importantes pasos en la protección de la infancia. Pero esos avances no han beneficiado a todos los niños por igual. Sencillamente, los conflictos, la desigualdad, la pobreza o el cambio climático siguen atentado contra la vida de muchísimos. En ese contexto, no caben ni indiferencia, ni discriminación, si tenemos en cuenta una frase atribuida a Eglantyne Jebb: «El único idioma internacional es el llanto de los niños».
«Cada vez que un niño es abandonado se realiza no sólo un acto de injusticia, sino que se ratifica también el fracaso de esa sociedad. Todavía hay millones de niños y niñas que sufren y viven en condiciones muy parecidas a la esclavitud. No son números: son seres humanos con un nombre, con un rostro propio, con una identidad que Dios les ha dado. Demasiadas veces olvidamos nuestra responsabilidad y cerramos los ojos ante la explotación de estos niños, que no tienen derecho ni jugar, ni a estudiar, ni a soñar. Ni siquiera tienen el calor de una familia. Todo niño marginado, abandonado por su familia, sin escolarización, sin asistencia médica, ¡es un grito!» Papa Francisco. Mensaje en Vatican News, 31 de octubre de 2022.