Día Mundial de los Refugiados 2020: "Eritrea, quo vadis?"

Medio millón de eritreos han huído buscando la libertad fuera del país.

Eritrea - Foto Goril Meisingset - Manos Unidas

En octubre del pasado año, el mundo recibía con sorpresa y curiosidad la noticia de la concesión del Premio Nobel de la Paz al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali «por sus esfuerzos a favor de la paz y la cooperación internacional y, en particular, por su decisiva iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea». Sorpresa que responde a la adjudicación del galardón a un político que había asumido el cargo en abril de 2018 y cuyo nombre, hasta entonces, y a pesar de las muchas reformas llevadas a cabo en su país y de los avances en el terreno de la política internacional, no había tenido demasiado eco en el resto del mundo. Y curiosidad que movió a muchos a buscar información sobre Eritrea, el pequeño país del Cuerno de África, al que se ha llegado a conocer como «la Corea del Norte africana».

Los eritreos huyen de un futuro incierto, de la dictadura, de la pobreza, de la constante vulneración de los derechos humanos… De una vida sin atisbo de libertad.

Poco se sabe de Eritrea, uno de los países más jóvenes del mundo, que se independizó de Etiopía en 1993 tras tres décadas de guerra y que, desde entonces, ha estado gobernada con mano de hierro por Issaias Afeworki. El conflicto, cerrado en falso, volvió a enfrentar a ambas naciones entre 1998 a 2000, en un sangriento choque que dejó saldo cercano a los 100.000 muertos. Tras la firma de los Acuerdos de Argel, en diciembre de 2000, Etiopía y Eritrea entraron en una situación conocida como «no peace, no war» (no paz, no guerra), que se ha mantenido hasta que, 16 de septiembre de 2018, Afeworki y Abiy Ahmed Ali, acordaron una paz que, aparentemente, ponía fin al conflicto y que dio lugar a un momento histórico de las relaciones bilaterales: la apertura de las fronteras entre ambos países protegidas, durante décadas, por efectivos militares. Eritrea  - Foto Goril Meisingset - Manos UnidasEste hecho, permitió la reanudación de vuelos entre ambos países, la reunión de familias separadas durante décadas y el establecimiento de relaciones comerciales. El régimen parecía mostrar ciertos signos de aperturismo.

Pero el espejismo no duró demasiado. Un año después, Eritrea volvía a cerrar, de manera unilateral y sin previo aviso, unas fronteras por las que, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), tan solo entre el 12 de septiembre y el 2 de octubre de 2018 habían cruzado 9.500 eritreos en busca de asilo.

¿De qué huyen? Los eritreos huyen de un futuro incierto, de la dictadura, de la pobreza, del hambre, de la constante vulneración de los derechos humanos, del servicio militar obligatorio e «indefinido» desde los 18 a los 50 años, de las detenciones arbitrarias, de la tortura… De una vida sin atisbo de libertad.

Las migraciones masivas continúan sin interrupción, sin solución. La crisis que emerge es tal que parece poner en peligro a nuestra gente y a nuestra nación hasta el punto de su extinción (Carta Pastoral de los religiosos eritreos en Pascua).

Porque en la Eritrea de Issaias Afeworki la palabra libertad va asociada a prohibición: no existe la libertad de prensa, ni la de asociación, ni la de expresión, ni la religiosa… Tan es así que recientemente, en su visita a Europa en busca de apoyos, un representante de la Iglesia católica en el país africano lamentó el cierre indiscriminado de escuelas y centros sanitarios gestionados por ellos, porque «nosotros solo buscamos la paz, ofrecer oportunidades a los jóvenes y a los ciudadanos de nuestro país», explicaba.  

Eritrea - Foto Goril Meisingset - Manos Unidas

Y es que, en estos años, las condiciones de vida de los eritreos alcanzado niveles dramáticos. «Las migraciones masivas continúan sin interrupción, sin solución. La crisis que emerge es tal que parece poner en peligro a nuestra gente y a nuestra nación hasta el punto de su extinción», aseguraban los religiosos eritreos en la Carta Pastoral dirigida a sus feligreses en Pascua.

Quizá esto explique por qué cerca de medio millón de eritreos, en su mayoría hombres y mujeres jóvenes, han huido del país, poniendo tantas veces su vida en riesgo, para alcanzar el sueño de la libertad más allá de sus fronteras.

Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 211 (febrero-mayo 2020). 
Texto de Marta Carreño. Departamento de Comunicación.

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