Debemos reaccionar ante la vulneración de los Derechos Humanos

Comprometámonos con ellos como deber sagrado.

 

  • Los derechos humanos no pueden seguir siendo negados o violados a lo largo y ancho de la tierra.
  • 821 millones de seres humanos no pueden alimentarse, 262 millones de menores no pueden ir a la escuela, casi 10.000 personas morirán por carecer de acceso a atención sanitaria.
  • La humanidad debe reaccionar ante la vulneración de los derechos humanos, reclamar su cumplimiento y comprometerse con ellos como deber sagrado que son.

 

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos lo que supuso un hito en la historia de la humanidad.

Desde entonces, y aunque se han alcanzado grandes logros y existen instrumentos para construir un mundo en el que los derechos humanos sean respetados, la realidad demuestra que, con frecuencia, “somos incapaces de dar respuestas eficientes a la vergonzante conculcación de los derechos humanos” afirma Fidele Podga, Coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas.

“Se trata de un problema jurídico porque su conculcación no encuentra siempre una persecución y reparación jurídica satisfactoria para la parte más vulnerable, pero también de un problema político porque la retórica sobre los derechos humanos coincide con los imperativos  de justicia y equidad, especialmente para los más desprotegidos; y es también un problema social porque, más que un hito para proteger  la dignidad real de todo ser humano, la referencia  a los derechos humanos se está convirtiendo en un motivo  más de conflictividad social con grandes connotaciones ideológicas”, asegura Podga.

 “¿Con qué autoridad podemos hablar de derechos humanos a los 821 millones de seres humanos que no pueden alimentarse, a los 262 millones de menores que no pueden ir a la escuela; a las casi 10.000 personas que morirán por carecer de acceso a atención sanitaria; o a los que realizarán 16.400 millones de horas de trabajo de cuidados no remunerado (mayoritariamente por parte de mujeres pobres)?”, se pregunta el Coordinador de Estudios de Manos Unidas.

“Los derechos humanos no pueden seguir siendo negados o violados a lo largo y ancho de la tierra”.

“Defenderlos es un deber porque en ello está en juego nuestra propia dignidad y la de cualquier ser humano, hombre o mujer” continúa Podga. “No son un privilegio ni una concesión que reparten los Estados. Son inherentes a la propia dignidad humana y la máxima expresión de una vida libre y digna para todo ser humano. Son hitos de una existencia verdaderamente humana, ya reconocidos jurídicamente, por lo que su reclamación no sólo es legítima sino obligatoria, so pena de querer conculcar el propio principio de una vida digna para todo ser humana” afirma Fidele Podga.

Para el coordinador de Estudios de Manos Unidas, “es vital conseguir el establecimiento de mecanismos políticos e instituciones que protejan los derechos generales de los abusos de aquellos cuya voracidad no tienen límites porque, exigir el cumplimiento de los derechos humanos no requiere de permisos. Está en nuestras manos apostar por ellos como deberes individuales y sumarnos a las acciones concretas que permitan hacerlos realidad”.

“En la medida en la que todos respondamos ante la vulneración de los derechos humanos, reclamemos su cumplimiento y nos comprometamos con ellos como deber sagrado, se abrirá la posibilidad de conseguir lo imposible: un mundo en el que todas las personas estén libres del temor y la miseria; condición que preconiza la propia Declaración Universal de Derechos humanos como la aspiración más elevada de la humanidad”, afirma Podga.

En este camino lleva Manos Unidas trabajando 60 años a través de las campañas y proyectos de desarrollo que promueve, junto a las comunidades más desfavorecidas, en 54 países del mundo.

“La humanidad debe reaccionar ante la vulneración de los derechos humanos, reclamar su cumplimiento y comprometerse con ellos como deber sagrado que son”.

                                                                                              Conoce el caso de José Rafael López Girón

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