Grupos comunitarios y de mujeres luchan contra el tráfico y la trata de personas.
Jharna tiene 16 años y estudia en la escuela cercana a su aldea, Balti-Natinadakati, en Bengala Occidental. Su familia es muy pobre. Un día llega a la aldea un joven que dice ser un familiar. No lo conocen, pero tiene buen aspecto y es muy amable. El joven se ofrece a casarse con ella, llevarla a su ciudad y proporcionarle una mejor calidad de vida. Los padres son muy pobres y no creen que Jharna pueda tener una vida mejor en la aldea y por ello acceden a que se celebre el matrimonio.
Cuando esto llega a oídos del grupo de jóvenes Kishori Bahini, constituido por siete chicas de la aldea, las jóvenes se ponen en marcha e informan a los comités de vigilancia del pueblo y a los grupos de mujeres y, con la colaboración de la policía y las autoridades, se logra intervenir antes de que el matrimonio se lleve a cabo. Los padres de Jharna comprenden el riesgo de enviar a su hija con un desconocido y se comprometen a dejarla estudiar hasta terminar el colegio.
La existencia de un puesto fronterizo con Bangladesh y de una carretera de cuatro carriles para el transporte de mercancías ha modificado sustancialmente la vida de estas comunidades que se dedicaban fundamentalmente a la agricultura y la pesca. Las tierras de cultivo son ahora grandes aparcamientos para camiones que se detienen muy cerca de las aldeas y provocan una situación extremadamente insegura para mujeres y niñas, ya que las fuentes a las que acuden en busca de agua están ubicadas muy cerca de las áreas de estacionamiento.
Los servicios sociales de la diócesis de Calcuta y Manos Unidas han colaborado en dos programas para prevenir el tráfico de personas y la violencia contra las mujeres. Más de 2.000 personas han participado en actividades de sensibilización, formación sobre migración segura, creación de grupos de mujeres y líderes de las aldeas, etc.
Muchas niñas se han organizado en pequeños grupos que informan a sus mayores si observan circunstancias que pudieran suponer un peligro para algunas de las chicas de la comunidad.
A través de cursos, charlas, talleres y teatro, las comunidades se han empoderado y han creado redes de control de la migración que involucran a grupos de mujeres, chicos y chicas, profesores, líderes de las aldeas y autoridades locales, en coordinación con las fuerzas de seguridad y otras organizaciones. Se han creado comités de vigilancia que llevan un registro de las personas que han salido de la aldea y hacen seguimiento de su situación. Muchas niñas se han organizado en pequeños grupos que informan a sus mayores si observan circunstancias que pudieran suponer un peligro para algunas de las chicas de la comunidad. De igual modo, las mujeres y las jóvenes han fortalecido su posición en la comunidad, se protegen entre ellas, han comprendido los riesgos de marchar a otros lugares sin un seguimiento adecuado y luchan contra los matrimonios tempranos, la violencia y las desigualdades.
A pesar de estos importantísimos avances, nuestro trabajo no ha acabado en la zona ya que es fundamental llegar cada vez a más personas y que sigan aprendiendo cómo protegerse y proteger a su comunidad para ser cada vez más fuertes frente a los abusos.
Texto de Carmen Angulo. Departamento de Proyectos de Asia.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 210 (octubre 2019-enero 2020).