El Acuerdo de París es insuficiente para las personas más vulnerables del planeta

En Manos Unidas celebramos el Acuerdo de París por ser un avance en la lucha contra el Cambio Climático, pero advertimos de su clara insuficiencia y de que si no se corrige en las próximas COP, mantendrá viva la amenaza climática hacia el planeta y hacia las personas mas pobres y vulnerables, afectando sus derechos básicos, entre ellos, el derecho a la alimentación.

El Acuerdo de París es insuficiente para las personas más vulnerables del planeta #Cop21

Hace tan sólo unos días, el sábado 12 de diciembre se alcanzaba al finalizar la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático-COP21 en Francia, el que ya será conocido como el Acuerdo de París o el Acuerdo Climático de París que ha logrado poner de acuerdo a 196 países para luchar contra el calentamiento global desencadenado por el hombre con sus emisiones de gases de efecto invernadero.

En Manos Unidas, nos desplazamos a París durante la COP21 con un equipo de 13 personas, entre ellas ocho miembros de las Delegaciones de Manos Unidas de Alicante, Barcelona, Cádiz, Castellón, Las Palmas, Murcia, Santiago de Compostela y Valencia. Y durante cinco días, denunciamos los efectos que el Cambio Climático tiene en las personas más desfavorecidas del planeta, participando en los numerosos eventos, organizados por la sociedad civil, y por la Alianza internacional de ONG de Desarrollo Católicas CIDSE, viviendo las tensiones y pesimismo surgidos durante las negociaciones y por fin, el sábado, el regocijo y la Esperanza que supone el logro de este acuerdo sin precedentes.

Pero para Manos Unidas, cuyo trabajo por los más desfavorecidos del planeta es constante, este acuerdo es, en este sentido y sin ninguna duda, insuficiente A continuación te ofrecemos la valoración oficial de la COP21 y del Acuerdo de París de nuestra organización. Puedes descargarlo abajo y aquí (PDF)

VALORACIÓN DE MANOS UNIDAS AL ACUERDO DE PARÍS (COP21)

Manos Unidas da la bienvenida al Acuerdo de París, en el que por primera vez toda la comunidad internacional se ha puesto de acuerdo para luchar contra el cambio climático. El texto final reconoce que el cambio climático es una gran amenaza para el futuro del planeta y de la humanidad, que su origen se encuentra en la emisión de gases de efecto invernadero procedente del uso de combustibles fósiles y que su persistencia pone en peligro la sostenibilidad de nuestro  propio modelo de desarrollo. Al mismo tiempo, Manos Unidas valora el Acuerdo como absolutamente insuficiente para conseguir los objetivos que se plantean para finales del siglo XXI, y especialmente para responder a la urgencia climática que el planeta y las personas más pobres y vulnerables viven desde hace ya algunas décadas.

En el preámbulo del Acuerdo, el texto introduce por primera vez en las negociaciones el concepto de “justicia climática”, un término reivindicado por las diferentes organizaciones de la sociedad civil, al considerar que las personas más pobres y vulnerables son las que sufren de manera más grave los efectos del cambio climático, con la progresiva degradación de sus hábitats y medios de subsistencia; son también los menos responsables del cambio climático, al ser sus emisiones prácticamente insignificantes; y son quienes cuentan con menos recursos para hacer frente y adaptarse frente a nuevos escenarios como sequías prolongadas, huracanes más fuertes, subidas del nivel del mar, etc.  Hacer “justicia climática”, por lo tanto, significa conseguir un acuerdo suficientemente ambicioso para combatir el cambio climático, justo en la distribución de responsabilidades, y jurídicamente vinculante. Pero es en estos tres aspectos precisamente en los que el Acuerdo de París se queda corto, vago e impreciso, pudiendo pasar a ser, si todo se queda tal como está, un acuerdo fantasma, lleno de intenciones pero sin compromisos reales y capacidad de transformación.

En relación con el nivel de ambición, el Acuerdo de París afirma la intención de todos los países de mantener el aumento medio de la temperatura por debajo de los 2ºC para finales del S.XXI, y el esfuerzo específico para que este aumento no supere 1.5ºC. Este sería el escenario ideal para las poblaciones más amenazadas por el cambio climático. Pero el propio Acuerdo de París reconoce que la suma de los compromisos de todos los países para reducir las emisiones contaminantes es claramente insuficiente. De hecho, con los compromisos aprobados, la temperatura subiría casi 3ºC a finales de siglo, muy por encima de los límites de seguridad que nos advierten los científicos. Además, el texto menciona vagamente la necesidad de llegar al pico máximo de emisiones “cuanto antes”, sin especificar el año, y renuncia a apostar decididamente por un mundo sin energías fósiles a partir del 2050, dejando en manos de la naturaleza y de las soluciones técnicas la consecución de un mundo más sostenible.

En cuanto al carácter justo del Acuerdo, el texto recupera el principio de las “responsabilidades compartidas pero diferenciadas”, reivindicado  permanentemente por los países en desarrollo. Reconoce en múltiples ocasiones las diferencias entre países desarrollados y en desarrollo, y la necesidad de establecer hojas de ruta diferenciadas según cada una de las circunstancias. Este es un aspecto valioso del Acuerdo, que permite por ejemplo plantear que el pico máximo de emisiones de los países en desarrollo ha de ser posterior al de los países ricos. Es decir, el derecho al desarrollo prevalece, y establece ritmos diferentes en la transición hacia sociedades con menos emisiones. Además, el texto renueva el compromiso de apoyar los procesos de  transición y adaptación de los países pobres, aportando cien mil millones de dólares anuales, y transfiriendo tecnología y capacidades. Pero una vez más, los compromisos concretos, individuales y cuantificados se diluyen en las buenas palabras.

Finalmente, a pesar de que el Acuerdo de París es vinculante, en cuanto que es un Acuerdo que será firmado por todas las partes (196 países), en el marco de las Naciones Unidas, lo cierto es que el documento no es un “protocolo” que permita obligar formalmente a las Partes, convirtiéndolo en “jurídicamente vinculante”. Un Acuerdo que consensúa objetivos a largo plazo pero que no va acompañado de objetivos concretos asignados a cada una de las partes, sin cantidades, fechas, mecanismos sancionadores por incumplimiento, etc. y que además parte de un claro déficit de ambición en la reducción de emisiones, no tiene posibilidad de ser “obligatorio” por más “legalmente vinculante” que sea.

En conclusión, Manos Unidas reconoce el esfuerzo de los países por llegar a un Acuerdo para enfrentar juntos una de las grandes amenazas actuales de la humanidad, y proteger conjuntamente “nuestra casa común”. Pero al mismo tiempo advertimos de la clara insuficiencia de un Acuerdo que, si no se corrige en las próximas COPs, mantendrá viva la amenaza climática hacia el planeta y hacia las personas más pobres y vulnerables, afectando sus derechos básicos, entre ellos, el derecho a la alimentación. Como dice el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si: “Un verdadero planteamiento ecológico implica siempre un planteamiento social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (n.49).

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