Burkina era un ‘hub’ de paz asegura Constantin Séré, secretario general de Cáritas en Burkina Faso. No obstante, reconoce que “este país, que era siempre pacífico, con los últimos acontecimientos se ha vuelto uno de los países más complicados de África”. “Han llegado actores al país para desencadenar una guerra terrorista en Burkina Faso y eso ha conllevado una gran crisis”, lamenta Séré.
“Todos los pequeños grupos terroristas de Burkina se reparten entre los dos grandes grupos terroristas conocidos en todo el mundo: por un lado, los grupos que juran lealtad al Estado Islámico en Libia, por lo que juran lealtad al Estado Islámico en el gran Sáhara, y, por otro lado, los grupos que juran lealtad a Al Qaeda, a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)”, explica.
“Numerosos jóvenes burkineses se han enrolado en los grupos terroristas” reconoce Séré enumerando los diversos factores que han hecho que los jóvenes se hayan interesado en estos movimientos. “La primera es que estos grupos se presentan como promotores de un islam puro y adoctrinan a los jóvenes y los radicalizan. El segundo motivo es un motivo económico: los grupos tienen mucho dinero y proponen montos importantes a los jóvenes, que, atraídos por el dinero, se integran en ellos”, explica.
“Otro tercer motivo es cómo estos grupos han aprovechado ciertas desavenencias que hay en el territorio, haciendo entender a las personas que el estado no está bien gestionado y que ellos van ayudar a que haya más justicia”, agrega. “Cosa que no corresponde a la realidad”, asegura.
A pesar de todo ello, se muestra esperanzado. “Nuestros dirigentes actuales han conseguido movilizarnos económicamente y materialmente. También nos han movilizado en términos de recursos humanos:
"Hoy en Burkina Faso hay muchos jóvenes que se han alistado como voluntarios de defensa de la patria para poder defender su tierra, defender su libertad y trabajar para que haya paz”, recalca.
Este apoyo también se hace patente con la contribución de los ciudadanos burkineses en el Fondo de Apoyo Patriótico para que el Estado pueda tener medios para para poder mantener la seguridad en el territorio.
«Siempre se dice que la mejor manera de combatir la violencia es el desarrollo y sobre todo la educación”, recuerda Séré. “Creo que la mejor manera de combatir la violencia es de sembrar un espíritu de paz en la cabeza de todos los jóvenes”, agrega. Por este motivo, “durante muchos años hemos trabajado para construir escuelas primarias, ya sea con las congregaciones religiosas o con las diócesis. También hemos trabajado con Manos Unidas para construir escuelas móviles para poder dar la oportunidad a los niños pobres de poder tener acceso a una escolaridad de calidad”, puntualiza.
Séré agradece el apoyo recibido por parte de la organización no solo en cuestión de educación, sino también para mejorar el acceso de agua potable y aumentar el poder económico de las mujeres.
Por otro lado, al igual que otros países del Sahel, Burkina Faso se encuentra entre los países que más sufren las consecuencias de la crisis climática que hace que la temporada de lluvias llegue tarde. “A menudo, en el espacio de unos meses, hay una avalancha de agua y tormentas. Como consecuencia, las cosechas o bien se quedan sin lluvia por la sequía, o bien se inundan porque hay demasiada agua en tan poco tiempo”, lamenta.
Además de afectar a la seguridad alimentaria de la población, este fenómeno tiene otras consecuencias. “Cuando hay inundaciones, la gente pierde sus casas por la cantidad de agua que ha caído en un corto espacio de tiempo”, dice apenado.
Por este motivo, y para adaptarse a esta situación, se están llevando a cabo diversas medidas. “En primer lugar, sensibilizar a la población para que no siga instalándose en las zonas inundables”, recalca.
Esta sensibilización de la población también hace hincapié en mantener un ecosistema viable. “Estamos concienciando a la gente sobre la necesidad de plantar árboles, para que haya menos calor y también para que exista un vínculo entre los árboles y las precipitaciones, para que podamos tener lluvias regulares y abundantes”, subraya.
Igualmente, “con los pequeños agricultores pobres, estamos tratando de adquirir semillas agrícolas que puedan adaptarse al hecho de que las estaciones se han acortado. Antes, teníamos semillas que duraban de 2 a 3 meses. Ahora, en algunas zonas, la temporada de lluvias es incluso más corta. Así que, junto con la investigación, les proporcionamos semillas adecuadas para que puedan estar seguros de cosechar, y a veces también les conseguimos equipos para que, debido a la erosión, los suelos se empobrecen muy fácilmente, puedan hacer abono orgánico, para seguir enriqueciendo la tierra y estar seguros de obtener buenas cosechas”, explica.
En este sentido, Seré agradece el trabajo que se lleva a cabo con Manos Unidas porque “vosotros estáis a la escucha de nuestras necesidades” reconociendo que “nosotros vemos lo que es bueno para nuestro pueblo, lo que puede ayudarle”. “A menudo, cuando se lanza una convocatoria de proyectos, generalmente pedimos a las organizaciones que digan lo que queremos ver, pero la mejor manera es cuando las escuchamos para ver cómo lo hacemos”, asegura.
Por este motivo, destaca la importancia sobre “escuchar a la gente y sus necesidades y no ocupar su lugar” agradeciendo el apoyo de “todos los benefactores, todos aquellos que hacen que nos podáis ayudar”.