Agua limpia en el desierto de Turkana (Kenia)

Con una esperanza de vida inferior a los 50 años, Turkana sufre durísimas sequías.

Turkana - Kenia - Foto Goril Meisingset Manos Unidas

En el extremo norte de Kenia se encuentra Turkana, una de las zonas más empobrecidas del planeta, la cual ocupa un territorio semidesértico de un tamaño equiparable a la mitad de Andalucía.

Kenia - Turkana - Foto Manos Unidas

Incluso para viajeros experimentados, Turkana impresiona. Por su extensión, que hace imprescindibles los desplazamientos en vehículos 4x4; por su gente, tribus seminómadas -principalmente de la etnia turkana- vestidas con sus ropas tradicionales y dedicadas al pastoreo de cabras, camellos y burros; y por sus mujeres, conocidas por sus innumerables y exuberantes collares de colores y sus impresionantes cortes de pelo.

Las familias tienen una media de nueve miembros y viven en casas muy sencillas construidas con ramas y pieles de animales que les protegen de las altas temperaturas y de la arena que se adentra en cada poro.

Y, en medio de este desierto, se encuentra el lago Turkana, cuyas aguas no se pueden consumir ni usar para la agricultura debido a su alto nivel alcalino.

El cambio climático cerca a Turkana

Kenia - Turkana - Foto Manos Unidas

Al viajar por Turkana parece que nada cambia con el paso de los años. Pero la triste realidad es que, en este territorio tan alejado de la civilización, la población también está sufriendo las consecuencias del cambio climático. Los períodos secos se están alargando, los patrones de lluvia han cambiado y el agua es cada vez más escasa.

Aquí trabajan desde 2001 las Misioneras Sociales de la Iglesia. Con muchísimo trabajo y dedicación y, sobre todo, llenas de ilusión, han levantado una misión desde donde gestionan varios proyectos para mejorar la vida de los Turkana. Cuando las comunidades han tenido que enfrentarse a las recurrentes sequías, Manos Unidas ha colaborado con las Hermanas ofreciendo ayuda inmediata a familias en situación de extrema necesidad.

Incluso en periodos de normalidad, es habitual que las mujeres caminen varias horas para recoger agua, que extraen de pozos en comunidades vecinas, escavando el lecho de los ríos secos o, en el peor de los casos, arriesgando la vida y bajando a pozos de varios metros de profundidad sin ningún tipo de seguridad.

Para Manos Unidas, los proyectos de agua siempre han sido y siguen siendo una de nuestras prioridades, por el impacto tremendamente positivo que tienen en la vida de la gente. Y en Turkana hemos vuelto a constatar que el agua puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para estas poblaciones.

En el caso de las comunidades de Nadunga, Manalongoria y Sasame, las mujeres se veían obligadas a caminar 15 km diarios para obtener agua hasta que, tras meses de durísimo trabajo y bajo condiciones climatológicas extremas, la población puede por fin disfrutar del agua limpia que sacan del pozo comunitario que se ha perforado en cada localidad, a escasos metros de sus viviendas.

Como relata Agnes Kopodia, de la comunidad de Sasame, los pozos han mejorado también la vida familiar:

Ahora hay más alegría... Antes teníamos que caminar hasta muy lejos para llegar al agua y dejábamos mucho tiempo solos en casa a nuestros niños pequeños. Hoy, niños y madres vamos directamente a beber del pozo. Ahora hay más tiempo para estar juntos, en familia. El agua se ha transformado en tiempo.

Su vida ha cambiado radicalmente: los niños ya no sufren enfermedades relacionadas con el consumo de agua sucia, ha mejorado la higiene e incluso hay familias que ya están pudiendo cultivar verduras y mejorar así la dieta familiar. La población ha creado comités de gestión de agua, cuyos miembros han sido formados en esa tarea, asegurando así el mantenimiento de los pozos y el abastecimiento de agua para cerca de 3.000 familias.

Texto de Goril Meisingset. Departamento de Proyectos de África.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 211 (febrero-mayo 2020).

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