Un proyecto que ha mejorado la calidad de vida de casi 5.000 personas.
Unas 5.000 personas (600 hogares) del distrito de Rubirizi, en la diócesis de Mbarara, Uganda, han visto como su calidad de vida ha dado un vuelco total, con la puesta en práctica de los conocimientos adquiridos gracias a un proyecto de capacitación integral dirigido a las personas que viven en el medio rural.
El proyecto FALIP (Farmers Livelihood Improvement Project), financiado por Manos Unidas e implementado por Cáritas, ha sido clave para que 4.800 personas mejoren su calidad de vida al alcanzar la seguridad alimentaria y ver aumentados sus ingresos. Ahora, al cabo de los tres años de duración del proyecto, estas familias gozan de una gran estabilidad alimentaria, un mejor acceso a la comida y una dieta más variada.
Las enfermedades relacionadas con la falta de higiene se han reducido en un 95 % en adultos y niños. Se han diversificado y aumentado las vías de generación de ingresos en un 90 % de los hogares, lo que ha facilitado que estas familias hayan podido pagar las cuotas escolares de sus hijos, comprar los materiales necesarios, mejorar las estructuras de sus viviendas y adquirir nuevos enseres, tierras y ganado, entre otros bienes.
Con esta intervención, se formaron quince grupos de ahorro y préstamos que consiguieron ahorrar en tres años el equivalente a unos 65.000 €, por lo que se han podido conseguir muchos préstamos para invertir en múltiples iniciativas, tales como emprender un pequeño negocio, ampliar la producción agrícola y la adquisición de animales como aves, cabras o cerdos. Después de haber aprendido las reglas y los mecanismos, son los propios grupos quienes gestionan y custodian el dinero de la caja, llevando a rajatabla los registros de control.
El dinero que se ha aportado a la caja común ha sido posible gracias a las ganancias derivadas de la venta de los productos. Estos quince grupos –uno para cada aldea–, un total de 402 miembros (255 mujeres y 147 hombres), han contribuido de manera importante al empoderamiento económico de la mujer.
Los huertos familiares también han sido un éxito al haber diversificado la producción y el consumo. Estos pequeños huertos han proporcionado una dieta más saludable y más variada para cada familia. También han contribuido al ahorro familiar y a embellecer los hogares y el entorno.
Debido a la tala indiscriminada de árboles y a las malas prácticas agrícolas, se han proporcionado conocimientos técnicos de cómo evitar la degradación del suelo mejorando, a la vez, la sostenibilidad de la productividad de la tierra para poder sostener futuras cosechas y ofrecer un mejor hábitat a los animales.
Se han construido estructuras y zanjas para recolectar y retener agua y para prevenir la erosión del suelo en determinadas áreas. Las zanjas se han aprovechado para plantar forraje que, a la vez de prevenir la erosión, sirve de alimento para los animales.
Y en cuanto a la salud, las enfermedades causadas por la falta de higiene se han reducido drásticamente, así como los casos de diarrea y fiebre tifoidea en niños, y otras dolencias, tanto en mayores como en menores, debidas a la malnutrición.
Desde el punto de vista social, los conocimientos adquiridos han facilitado y potenciado una mayor igualdad entre los integrantes de las familias. Por ejemplo, en la división de las tareas del hogar entre hombres y mujeres.
En cualquier caso, la sostenibilidad del proyecto está fuera de dudas: no se les ha dado el pescado, se les ha enseñado a pescar… Ahora, gracias a los conocimientos adquiridos en estos tres años de aprendizaje y a una mayor autoestima son capaces de seguir adelante por sí solos.
Artículo publicado originalmente en el número 222 de la revista oficial de Manos Unidas.
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