Testimonios de mujeres que, en Senegal, Etiopía y Ecuador, han sido capaces de cambiar un destino adverso.
La vida no es fácil en la comunidad rural senegalesa de Ndondol. La escasez de tierras cultivables, la degradación del terreno y la falta de accesos a los recursos más básicos, hacen que las familias de agricultores vean en la emigración la única salida. Los hombres abandonan el campo en busca del sustento y las mujeres, escasamente formadas y sin recursos, quedan a cargo de los hogares.
Hace ya dos décadas que Manos Unidas apoya la formación y capacitación de mujeres en la zona. Uno de los principales objetivos, el de reducir la mortalidad infantil, ya se ha visto cumplido. Nos lo cuenta Philoméne Dione, animadora de algunos de estos grupos de mujeres:
“El proyecto está ya dando sus frutos. Actualmente, por ejemplo, hay un montón de gripe. Antes los niños morían a causa de esto y ahora no, porque sus madres los llevan a la clínica, aunque esté lejos; en ese sentido el proyecto ha hecho milagros con nosotros”, afirma.
Mujer, viuda y cabeza de familia, Halima Abdala reunía todos los requisitos para formar parte de las negras estadísticas del hambre y la pobreza. Pero hace años que, gracias al convenio que Manos Unidas y la Cooperación Española pusieron en marcha en el norte de Etiopía, Halima fue capaz de romper una tradición ancestral de ciertas zonas de su país que impide arar a las mujeres propietarias de tierras.
Su ejemplo empujó a otras a seguir sus pasos y, poco a poco, las mujeres de la comunidad de Mawo, perteneciente a la región de Afar, van sumándose a la idea de que tener bueyes y un arado en propiedad y hacer uso de ellos, no es transgredir las normas, sino hacer valer sus derechos.
Nueve años de trabajo conjunto de Manos Unidas, Maquita y la Cooperación Española han cambiado la vida de muchas personas en la parroquias ecuatorianas de Cotopaxí y Chimborazo. Ha sido un largo recorrido, no exento de obstáculos, en el que las mujeres han jugado un papel fundamental.
Mujeres como Olga, Carmen y María Rosa son ahora capaces de tomar las riendas de su propio desarrollo; son mujeres que han dejado atrás sus miedos y que saben que está en sus manos construir a un futuro mejor para sus hijos.