En el año 2016, Manos Unidas inicia un Trienio de Lucha Contra el Hambre (2016-2018) cuyo objetivo principal es trabajar para disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta.
En estos tres años centraremos nuestros esfuerzos en aquéllos que sufren inseguridad alimentaria y en las causas que la provocan, y trabajaremos para:
Este trabajo contempla dos partes fundamentales:
Identificación de las causas y los problemas que provocan el hambre en el mundo. Una cuestión compleja que abordaremos desde el análisis de tres ámbitos principales:
Delineación de tres caminos que queremos recorrer para solucionar el problema del hambre, que pasan por:
El lema elegido para el año 2016 nos da el motivo principal de nuestra Campaña 57: la palabra SIEMBRA representa el principio de la alimentación y la actividad prioritaria de muchos de los socios locales y de las comunidades a las que acompañamos en nuestros proyectos, que son también un sector fundamental de la economía y la vida social.
Sembrar recursos: tierra, agua y semillas. En el mundo 2.500 millones de personas dependen de la agricultura: pequeños agricultores, pastores, pescadores y comunidades que viven en entornos naturales generan más de la mitad de la producción agrícola mundial. Y ellos son los más vulnerables a los desastres naturales y a las crisis humanitarias. La escasez de agua o su contaminación no permiten crecer las semillas; la sobreexplotación de los recursos degrada casi irreversiblemente los ecosistemas; la especulación con los alimentos, especialmente de los cereales y las semillas y la desprotección jurídica, ha provocado que poderosas corporaciones acaparen zonas de cultivo en muchos países desplazando a los que no tienen más medio que la tierra para sobrevivir. Por todo esto, para avanzar en el derecho a la alimentación, es necesario que a nivel mundial:
Sembrar capacidades: a través de la transferencia de conocimientos, la capacitación de pequeños agricultores, el acceso a recursos materiales y financieros y la participación política y social que evite un sistema alimentario mundial, basado en una agricultura intensiva a gran escala.
Sembrar responsabilidad y cooperación entre los Estados:para que defiendan los derechos humanos, especialmente los referentes al derecho a alimentación, y adopten medidas concretas, legislativas, administrativas, económicas, financieras, educativas o sociales que aseguren los niveles mínimos esenciales para que las personas estén protegidas contra el hambre. Asimismo, se trabajará para que se apliquen políticas que mejoren la capacidad de la población para alimentarse por sí mismos o suministrando alimentos en casos excepcionales. Esta cooperación debe impedir la utilización de los alimentos y los acuerdos comerciales como mecanismo de presión política.
Sembrar solidaridad: sin el compromiso solidario de todos no se puede acabar con el hambre. Por tanto, la solidaridad debe comprenderse en el uso y gobierno que hacemos sobre los recursos que tenemos a nuestra disposición.
Entendemos por Seguridad Alimentaria aquella situación en la que todas las personas tienen acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias y así poder llevar una vida activa y saludable.
La malnutrición es el término general para expresar una inadecuada nutrición, tanto por defecto como por exceso, en el consumo de calorías. No tener una nutrición suficiente durante al menos un año se denomina subalimentación. Cuando la desnutrición es crónica hablamos de hambre. El resultado de pasar hambre es la desnutrición y cuando esa situación se debe a la falta generalizada de alimentos en una región determinada, hablamos de hambruna.
Hablamos también de Soberanía Alimentaria como la facultad de cada pueblo para decidir qué comer y definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible, y así alcanzar un nivel adecuado de seguridad alimentaria. Ello implica, entre otras cosas, la protección de los mercados locales contra cualquier práctica abusiva de los mercados internacionales, así como el acceso y gestión sostenibles de los recursos productivos como tierra, agua y semillas.
Acabar con el hambre exige un enfoque integrado que incluya:
Pero el problema del hambre en el mundo no es solo un problema técnico sino que requiere de una ética fundada en el reconocimiento del valor de cada persona y los derechos que de ella se derivan. Cualquier política económica que quiera impulsar un desarrollo justo debe poner en el centro a la persona y servir al bien común.
Acabar con el hambre es un paso esencial en la construcción de un mundo cada vez más justo. Pero si queremos una sociedad en paz, libre y justa, se requiere un diálogo creativo, sin imponer soluciones, sino buscándolas juntos, con recursos y con el compromiso de todos en su consecución. Solo será posible, si impulsamos el compromiso personal: todos tenemos la obligación de actuar para acabar con el hambre.
Si tenemos en cuenta todos los factores que intervienen en la seguridad alimentaria, entenderemos que para “medir el hambre” no podemos atender solo a indicadores del tipo “falta de peso” o a la “disponibilidad de cierta clase de alimentos nutritivos”. Debemos tener en cuenta un conjunto de indicadores que trasmiten una imagen más completa y pormenorizada de los problemas de seguridad alimentaria y nutrición imperantes en un país.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que en 2015 el hambre crónica afectaba a unos 800 millones de personas en el mundo.
La mayoría de la población que padece hambre vive en regiones en desarrollo. Aunque se han registrado algunos avances desde 1990, algo más de una persona de cada nueve, es decir, un 12,9% de la población de estas regiones sigue padeciendo subalimentación crónica. En general, los países en desarrollo han avanzado considerablemente en la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, pero esos avances han sido desiguales. Todavía, como muestra la siguiente tabla, hay dos regiones en las que ha aumentado considerablemente el número de personas que pasan hambre: África subsahariana y Asia occidental*.
Las razones de estas cifras suelen tener que ver con la falta de acceso a los alimentos, sobre todo en el África subsahariana, donde casi una de cada cuatro personas pasa hambre. En esta región, las tasas de pobreza se han mantenido altas y la infraestructura rural sigue siendo limitada y, con frecuencia, se ha deteriorado.
Otra causa de la falta de acceso a los alimentos es la inestabilidad de los precios de los alimentos, sobre todo en las regiones que dependen de los mercados internacionales de alimentos para obtener suministros nacionales, y son especialmente vulnerables a causa de una base de recursos naturales limitada o frágil. Estas condiciones son particularmente significativas en la región del Cercano Oriente y África septentrional y en el Caribe. En general, el acceso a los mercados tal vez sea el problema más difícil de solucionar, pues los pequeños productores tienen muy difícil competir con la gran industria alimentaria (producción, procesamiento y distribución a gran escala).