La región de Mindanao (Filipinas) está celebrando estos días la Semana de la Paz, un evento anual que tiene como uno de sus escenarios principales las calles de Zamboanga City. Con el lema “Una llamada a la curación para la transformación personal y social”, se realizarán, desde el 24 de noviembre al 10 de diciembre, múltiples actividades con un espíritu de celebración y encuentro y con el objetivo de promover la paz, el diálogo, la justicia y los derechos humanos.
Como desde hace años, Manos Unidas en colaboración con la Cooperación Española y otros organismos financiadores, apoyan a ZABIDA y al Interreligious Solidarity Movement for Peace en la celebración de la Semana de la Paz, un desafío de reconciliación, construcción de paz y transformación personal que permita la transformación de la sociedad.
El evento tiene lugar desde 1997 y se ha convertido en una cita colectiva de gran importancia, con una gran implicación de la sociedad civil en la realización de desfiles, bailes y múltiples expresiones artísticas y con la participación de instituciones gubernamentales y ONG.
Desde sus orígenes, la Semana de la Paz ha servido para promover una cultura de paz ante la desafiante situación de violencia, ilegalidad, inseguridad y prejuicios culturales y religiosos que se vivía en las comunidades de Mindanao, en el sur de Filipinas y, específicamente, en Zamboanga City. La iniciativa partió de dos ONG de Zamboanga, SALAAM Foundation y Peace Advocates Zamboanga (PAZ), una de las 4 organizaciones que integran ZABIDA. En 2001, la Presidenta Gloria M. Arroyo, de Filipinas, reconoció oficialmente la Semana de la Paz como un espacio de encuentro y reconciliación y extendió su celebración anual a toda la región de Mindanao.
En la imagen, una parte del equipo de los Servicios Centrales de Manos Unidas, sosteniendo una pancarta realizada por nuestro socio local ZABIDA.
Durante este viaje de casi dos décadas, se ha llamado a la unidad en medio de las diferencias y se ha clamado justicia para aquellos cuyos derechos han sido ignorados, buscando el reconocimiento de quienes sufren la violencia y, sobre todo, promoviendo una cultura de paz, respeto y convivencia en el interior de comunidades con diferencias culturales y religiosas.