La vocación cristiana a la fe y al bautismo es la llamada a la santidad evangélica mediante el seguimiento de Cristo. Si, toda vida es vocación y llamada personal de Dios: a la vida, a la fe y a la filiación divina, a la Iglesia, al amor, a la libertad y a la esperanza. El Señor nos renueva su amor y su llamada en todo momento. La experiencia de Dios por la vocación a la fe, nos impulsa a pasar a la acción. De ahí surge el compromiso con la pobreza y el sufrimiento humano en cualquiera de sus manifestaciones.
La mirada compasiva al mundo nos rompe y nos llena de contradicción con nosotros mismos. Es tanto lo que hay que hacer y tan grande y nosotros somos tan débiles y limitados. Y sin embargo Dios nos busca para ser portadores de su salvación, de su palabra, de la compasión y la misericordia. La misericordia es una exigencia de la fraternidad, que nos lleva a ver en el hermano al mismo Cristo: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). El amor misericordioso de Dios para con nosotros es la fuente de nuestra misericordia: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (LC 6, 36). La experiencia de este amor moviliza nuestras entrañas, nos convierte, crea una nueva manera de pensar y de actuar. Quien se encuentra con Jesús se siente llamado a ir por los caminos del mundo con las entrañas misericordiosas del Padre y a ser más consciente de que "Compartir es nuestra mayor riqueza".
«Haciendo eco a la palabra antigua de los profetas, el Jubileo nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. Es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos, reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad. Pienso de modo particular en aquellos que carecen de agua y de alimento. El hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos sentir remordimiento de conciencia» (Spes non confundit 16). Manos Unidas denuncia la actual situación de pobreza y hambre en el mundo como falta de reconocimiento la dignidad de tantas personas que la sufren y nos llama al compromiso y a la generosidad.
Recordemos que Manos Unidas pretende sensibilizar a la comunidad cristiana e invita a compartir vida, experiencia y bienes, con los hermanos más necesitados, colaborando para hacer realidad el sueño de Dios: que todos tengamos una vida digna. La campaña de este año, en el marco del Año Jubilar "Peregrinos de Esperanza", nos tiene que animar a la generosidad y al desprendimiento, respondiendo a nuestra vocación cristiana, con una mirada compasiva, sembrando esperanza, pues "Compartir es nuestra mayor riqueza".