Representantes de cinco países panamazónicos y Manos Unidas reunidos en Ecuador.
Humildad, fraternidad, respeto y gratitud. Ver, juzgar, actuar y celebrar. Cuatro palabras y cuatro premisas que resumen el talante que reinó en El Coca (Orellana, Ecuador), los pasados 21 a 24 de junio durante el Encuentro Panamazónico organizado por Manos Unidas en el marco del proyecto de «Fortalecimiento estratégico de Socios Locales en la Amazonía». El evento contó con la participación de 16 representantes de la Amazonía de Brasil, Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia.
Durante el encuentro, que se desarrolló en las instalaciones del vicariato de Aguarico, se pudieron identificar las problemáticas actuales de la Panamazonía y los grandes desafíos. Asimismo, se compartió el trabajo que realiza cada uno de los socios locales en la región. El objetivo final de Manos Unidas es el de trazar una estrategia de trabajo institucional para los próximos años. Una estrategia que siga luchando por la defensa de los derechos de las comunidades y de la naturaleza amenazadas no solo en esa región, porque, como apunta Rodrigo Fadul, representante de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), «la problemática de la Amazonía no debe ser vista como solo de esta zona, sino de todo el planeta».
La Amazonía, un inmenso territorio de más de seis millones de km2, es el pulmón de la tierra ya que produce un 6 % del oxígeno y, a su vez, actúa como sumidero del dióxido de carbono del planeta. Con sus 40.000 especies de plantas y árboles, alberga un tercio de nuestros bosques primarios y es también un espacio de biodiversidad que atesora el 10 % de la fauna existente y, por encima de todo, es el hogar de más de 400 pueblos originarios, algunos de los cuales no han sido nunca contactados.
Pero, a su vez, es un territorio que sufre por el extractivismo minero, petrolero y maderero indiscriminado que devasta y ocupa los territorios; la agricultura extensiva; el narcotráfico; la debilidad organizativa de las comunidades indígenas; el abandono, cuando no acoso, de los gobiernos; la problemática específica de las mujeres y los jóvenes y la persecución y asesinato de los líderes indígenas y los defensores de los derechos humanos.
Para dar inicio al Encuentro, Imelda Tapuy Shiguanga, lideresa indígena quichua, realizó una ceremonia que mostró el respeto, el conocimiento y el reconocimiento de la diversidad cultural del Ecuador amazónico.
Juan de Amunátegui, coordinador de Proyectos de América de Manos Unidas, cree que «para cualquier ONG que trabaja en América, la Amazonía es un territorio que hay que cuidar. Pero para las organizaciones de la Iglesia, como es el caso de Manos Unidas, esto es todavía más importante».
Y es que en 2019 tuvo lugar el Sínodo de la Amazonía y después el Papa compartió su exhortación «Querida Amazonía» con los cuatro sueños para esa región:
«Con esos sueños trabajamos con los 16 socios locales de los cinco países amazónicos más importantes, así como con la Red Iglesias y Minería y con la Confederación Nacional Indígena de Ecuador (CONFENIAE), que son los que verdaderamente saben», afirma De Amunátegui.
El hecho de haberse encontrado en El Coca (plena Amazonía ecuatoriana), cobra vital importancia porque, como dice Marta Isabel González, técnica de Campañas de Manos Unidas, «estar aquí es quizás la única manera de trabajar verdaderamente de forma responsable, porque como quedó claro en el Sínodo de la Amazonía de 2019, para poder realizar una intervención en cooperación al desarrollo profunda y ajustada, no hay otro modo que venir, escuchar y trabajar juntos».
Estar físicamente en el epicentro de la problemática ha permitido que los allí presentes «no solo veamos o escuchemos la realidad del extractivismo, sino que olamos esos mecheros y esas industrias extractivas, por poner un ejemplo», comparte Marta Isabel González.
Los participantes del Encuentro visitaron a Shirley Cevallos, en la comunidad de San Carlos, en el cantón la Joya de los Sachas, para conocer su testimonio sobre el grado de contaminación ambiental registrado desde hace más de 27 años en su finca. Ella es, junto a otros pobladores, una damnificada por la extracción petrolera y sus efectos en la salud de las personas que viven cerca de los campos petroleros.
«Vivimos contaminados desde la niñez cuando caminábamos descalzos en el crudo regado en las vías; nos bañamos en los ríos contaminados, lo que ha provocado enfermedades en las personas, cáncer, afecciones en la piel y lo seguimos viviendo en la actualidad, respiramos contaminación día a día, derrames continuos, mecheros que explotan, no tenemos agua y la que nos queda está contaminada y sentimos los efectos que son muerte y enfermedad para nuestras familias», denuncia Cevallos.
Esta visita in situ para ver los daños que produce la explotación petrolera hizo emerger entre los asistentes varias sensaciones: indignación, dolor, y esperanza. A su vez, les permitió reconocer cuáles son los desafíos de cara al futuro.
Rodrigo Fadul, representante de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), comparte que «es el tiempo de escuchar el grito de los pueblos y de la tierra, es decir, trabajar por una ecología integral, con una Iglesia con rostro amazónico, reconociendo a las diversas culturas, el cuidado de la casa común y promover que haya alternativas». Fadul añade que, afortunadamente, «hay mucha gente que vive en la Amazonia luchando por la defensa de su territorio y tejiendo redes de apoyo».
Por su parte, Pedro Sánchez, de Iglesias y Minería, augura tajante que «de no detener esta voracidad, la Amazonía está destinada a desaparecer».
La presencia de Manos Unidas en la Panamazonía se resume en la formulación y ejecución de 68 proyectos de desarrollo desde 2018 en los cinco países de la región (Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y Brasil). Las áreas de actuación son Alimentación y Medios de vida y Derechos Humanos (defensa del territorio) con una inversión de más de seis millones de euros que han beneficiado a unas 123.000 personas.
Este trabajo se realiza activamente en redes y espacios que operan en ese territorio como la REPAM, que preside el obispo español de Puyo (Ecuador), monseñor Rafael Cob, y también en otras organizaciones, como Iglesias y Minería o el Foro Social Panamazónico (FOSPA).
El Encuentro Panamazónico concluyó con un recordatorio de monseñor Adalberto Jiménez, obispo de Aguarico: «Estamos llamados a salvar lo que todavía vive».