Así Actuamos: Sudán del Sur, el país que solo conoce la guerra

Visitamos Sudán del Sur tras años sin poder hacerlo por los conflictos y la pandemia.

Sudán del Sur, el país que solo conoce la guerra. Fotografía: Marta Arnús

Manos Unidas acaba de regresar de Sudán del Sur. Durante años, los conflictos y la pandemia nos habían impedido viajar a un país sumido en la violencia casi desde su nacimiento en el año 2011. Eso no ha sido óbice para que nuestro trabajo en la nación más joven del mundo haya continuado, impulsado por socios locales de total confianza, que no cejan en su empeño de conseguir que un día no muy lejano, la castigada población de un país que solo conoce la guerra, abandone las armas para poder vivir en paz.

 

 

Poco o nada han cambiado las cosas en Sudán del Sur desde nuestra última visita. La situación humanitaria es dramática, con millones de personas desplazadas internas hacinadas en campos de desplazados a las que se suman otros cientos de miles que huyen del conflicto armado en el vecino Sudán.

Desgraciadamente, desde que estalló la guerra en Sudán cientos de miles de sursudaneses, que habían emigrado al país vecino en busca de una vida mejor, han retornado a sus lugares de origen huyendo de la violencia. Muchos de ellos se agolpan ahora en la frontera, en enormes campos como los de Malakal, la que en su día fuera la tercera ciudad en importancia del país, destruida ahora por el conflicto, o en Kodok.

Nuestras compañeras del departamento de Africa, Goril Meisingset y Marta Arnús han recorrido, viajando hacia el norte por el Nilo, la distancia que separa ambas localidades. En el trayecto se han cruzado con enormes barcazas cargadas de personas que huyen de la guerra en Sudán.

Enormes barcazas trasladan a personas que huyen del conflicto. Fotografía: Goril Meisingset
Enormes barcazas trasladan a personas que huyen del conflicto. Fotografía: Marta Arnús

Cuando llegamos a Malakal nos dicen que hay mucho cólera porque no hay agua potable y la gente bebe directamente del río. Además, hace un calor infernal. Estamos a unos 38 o 40 grados”, explica Marta Arnús.

Algunas mujeres, que junto con los niños son las principales víctimas de la violencia, explican que se han visto forzadas a desplazarse por causa de los conflictos tribales en sus tierras de origen. Otras, han tenido que huir de Sudan casi con lo puesto. Todas ellas han sufrido abusos en el camino y han perdido a familiares y amigos. Manos Unidas ha distribuido comida y artículos de primera necesidad para las familias que llegan del norte y que han perdido su ganado, sus casas y sus medios de vida.

Nuestro socio local en la zona, la Congregación de las Hijas de María Inmaculada, ofrece un servicio de rehabilitación con asesoramiento psicológico para que estas personas puedan recuperar sus vidas fuera de los campos de refugiados, donde, la verdad, la situación no es mucho mejor​”, manifiesta Arnús.

Sudán del Sur, desesperación en las calles

El gobierno no paga salarios ni a profesores ni a militares desde hace más de un año. Los militares patrullan por todos lados cargados de armas con los estómagos vacíos. Durante todo el viaje, se respira el conflicto.

Hay toque de queda en Juba y en otras ciudades. La responsable de proyectos de Manos Unidas en Sudán del Sur ha sido testigo de esa violencia que se palpa en el ambiente. “Hemos oído disparos muchas noches. En Sudán han tiroteado a decenas de sursudaneses que apoyaban a las fuerzas rápidas de intervención. Hemos sabido que muchos sudaneses han perdido la vida en Juba y otras ciudades del país en represalia por la masacre de sus gentes en el norte”.

También en Juba, en los campos de desplazados internos en los que se amontonan miles de familias en condiciones infrahumanas, casi sin comida ni agua, dependen de la ayuda internacional para sobrevivir. Allí Manos Unidas apoya el trabajo de la congregación de las Hijas de María Inmaculada desde 2015.

Miles de familias hacinadas en los campos de refugiados. Fotografía: Goril Meisingset.
Miles de familias hacinadas en los campos de refugiados. Fotografía: Goril Meisingset.

Goril Meisingset explica cómo, a pasar de las complicaciones que entrañan los conflictos, Manos Unidas ha podido poner en marcha un programa de ayuda humanitaria para cubrir las necesidades básicas de población, sobre todo de las mujeres embarazadas, los recién nacidos y los niños pequeños con desnutrición, además de establecer dos escuelas en el campo y de proporcionar atención médica.

Además, hemos colaborado en un proyecto de prevención de violencia género en el campo de desplazados que permite, entre otros aspectos, mejorar la situación socioeconómica de estas mujeres y de mujeres vulnerables en general”, describe Meisingset.

Las mujeres son uno de los colectivos más vulnerables debido a la situación en Sudán del Sur. Fotografía: Goril Meisingset.
Las mujeres son uno de los colectivos más vulnerables debido a la situación en Sudán del Sur. Fotografía: Marta Arnús

A lo largo del viaje por Malakal, Kodok y Juba, nuestras compañeras del departamento de África han sido testigos del impacto que los proyectos de Manos Unidas tienen en una población hastiada de violencia y de conflicto. Son proyectos en los que se promueve la educación como camino hacia la reconciliación. “En la ciudad de Wau pudimos presenciar uno de los ejemplos más bonitos de ese trabajo de reconciliación. Gracias al trabajo de Solidarity with South Sudan estudiantes de distintas tribus aprenden a ver más allá de sus diferencias y organizan festivales donde bailan y comparten sus bailes regionales. Al ritmo de la música que parece conseguir unir lo que la guerra ha dividido, el fútbol y el deporte en general es también otra herramienta de paz. Ahí pudimos ver también la posibilidad de un futuro en convivencia”.

ASÍ ACTUAMOS. Nuestro trabajo en Sudán del Sur

La estrategia de trabajo de Manos Unidas para Sudán del Sur consiste en contribuir a la educación para la paz y la solidaridad entre las distintas tribus, así como a la inversión en infraestructuras básicas de salud, educación infantil y primaria, alfabetización de adultos, formación de profesores y de personal sanitario, energías sostenibles o capacitación de las mujeres.

En los últimos 5 años, Manos Unidas ha apoyado en Sudán del Sur 20 proyectos por un importe cercano a 1,3 millones de euros que han beneficiado a unas 43.000 personas. Los grupos de población prioritarios son los desplazados internos, la población campesina, las mujeres, la infancia y los jóvenes. Por su parte, los sectores de trabajo en los que Manos Unidas ve más necesidad de intervenir son:

 

Sudán del Sur en cifras 

Sudán del Sur, el país que solo conoce la guerra.

La principal fuente de ingresos de Sudán del Sur deriva del petróleo, pero, desde el estallido del conflicto en Sudán en 2023, las exportaciones de esta materia prima se han interrumpido. Además, la ola migratoria ha intensificado una crisis económica que ya enfrentaba desafíos derivados de la hiperinflación, la inestabilidad política y de los conflictos tribales.

A esta situación se suma que en octubre de 2024 cayeron en el país unas lluvias torrenciales ocasionando las peores inundaciones desde hace 60 años. Esto ha provocado el desplazamiento interno de más de 375.000 personas y ha afectado 1,4 millones, además de destruir edificios y terreno agrícola.

La combinación de estos desastres ha generado que la inestabilidad persistente del país se intensifique. La comunidad internacional se ha unido para ofrecer ayuda a este país, pero la situación sigue siendo crítica y un desafío para todos aquellos que buscan una solución.

  • Solo el 27% de la población de más de 15 años sabe leer y escribir.
  • El índice de mortalidad materno-infantil es uno de los más altos del mundo.
  • Debido a la situación constante de guerra, el 80% de los recursos económicos se utilizan para seguridad y para el funcionamiento del gobierno.
  • El 78% de la población trabajadora se dedica a la agricultura de subsistencia, sin recibir salarios.
  • Más de dos millones de personas (del total de unos 12 millones de habitantes) han huido y se han refugiado en la vecina Uganda. Otros dos millones de desplazados internos han tenido también que abandonar sus aldeas, que han sido destruidas.

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