La pareja se ha convertido en un referente del trabajo realizado por las familias campesinas con el apoyo de Manos Unidas, la Unión Europea y organizaciones locales como la Fundación Maquita.
«Desde que pisé esta tierra supe que me iba a quedar… Su belleza, su clima y su producción la hacen única. Y aquí tuve mis dos hijos», nos cuenta Ana, de 62 años. «Al principio las cosas fueron muy duras, no había carretera y se entraba solo por canoa, río arriba, y desde el puerto teníamos que caminar de 14 a 16 horas y en ese entonces había animales salvajes en toda la zona», continua Ana, «pero aún en épocas difíciles, cuando no teníamos atención de ninguna autoridad, con nuestro trabajo y el de toda la comunidad luchamos para hacer grande nuestra Manga».
El corredor de la zona centro de la costa de Ecuador, que engloba las provincias de Manabí y Santo Domingo de los Tsáchilas, es una de las zonas de mayor producción de cacao en el país y es la principal fuente de empleo e ingresos para los pequeños agricultores que, como Ana y Lorenzo, se enfrentan a la persistencia de la pobreza en la región. En este contexto es donde se enmarca el proyecto del Corredor Solidario de Cacao, cofinanciado por Manos Unidas y la Unión Europea y que desde 2017 apoya a estas comunidades productoras del sector cacaotero.
«Nuestra finquita tiene de todo un poco —dice Lorenzo, de 69 años—, aunque con el pasar de los años la producción disminuyó muy rápidamente porque la tierra estaba agotada y nuestras plantaciones envejecidas… Pero con el proyecto de la Unión Europea y las recomendaciones que recibimos en las escuelas de capacitación, aplicamos prácticas como podas, deshierbes y el control de plagas y enfermedades del cacao. También hemos aprendido a fertilizar. Nuestras plantas de cacao están ahora fuertes y nutridas y lo mejor es que han aumentado su producción».
Anita, como la llaman con cariño las personas de la comunidad, está de acuerdo con su esposo: «Con el proyecto aprendí a cultivar plantas muy buenas de cacao y a injertar, con lo cual tenemos plantas nuevas que en corto tiempo van a producir haciendo que haya un poco más de dinerito para poder comprar cosas para la casa y, sobre todo, para nuestras medicinas. Lorenzo y yo creemos mucho en el proyecto y por eso estamos desde el primer día».
Actualmente, la pareja se ha convertido en un referente del trabajo que se ejecuta en la zona. Participan activamente en todos los procesos del proyecto y se han convertido en los mejores multiplicadores de los conocimientos impartidos. Su finca de 2 hectáreas es hoy una unidad productiva demostrativa donde comparten lo aprendido y detallan las experiencias y avances obtenidos ante otros productores y representantes de instituciones públicas y privadas que quieren conocer de cerca el trabajo y compromiso de esta familia campesina.
Nota: El contenido de esta noticia es responsabilidad exclusiva de Manos Unidas y en ningún caso debe considerarse que refleja los puntos de vista de la Unión Europea.