Ni los peores augurios podían presagiar la brutalidad con la que el tifón Haiyan iba a impactar en Filipinas. Haiyan ha dejado tras de sí un rastro de muerte y destrucción. Las víctimas mortales podrían superar los 10.000 mientras que los daños materiales son incalculables. En Manos Unidas estamos muy pendientes de las informaciones que nos envíen nuestros socios locales, para ver cuáles son las necesidades más urgentes y las acciones a tomar, con el fin de ayudar a paliar los terribles daños causados por las lluvias torrenciales y los vientos huracanados.
Desde mediados de la semana pasada, en Filipinas se esperaba con temor el paso de una tormenta que se preveía iba a resultar extremadamente dañina. Ni las medidas preventivas, ni el traslado de más de 800.000 personas a zonas más seguras, han sido suficientes para evitar unos daños que han sumido al país en el caos y la desesperación. Haiyan, conocido en Filipinas como “Yolanda”, golpeó el archipiélago el pasado viernes y sus vientos huracanados, que llegaron a superar los 300 kilómetros por hora, se cebaron principalmente con la provincia de Leyte, en el centro del país. Cerca del 80 por ciento de Tacloban, la capital de la provincia, ha resultado destruida por los vientos y por las olas de hasta seis metros de altura, que han arrasado con cuanto encontraban a su paso.
Las primeras estimaciones hablan de 10.000 muertos tan solo en Leyte, de cerca de medio millón de desplazados y de 4,5 millones de afectados en el total del país.
Como en tantas otras ocasiones, las daños causados por el tifón han sido mucho más elevados por la vulnerabilidad de la población afectada.
Haiyan se dirige ahora a Vietnam, donde arribará en las próximas horas, que ya ha tomado medidas de emergencia para proteger a la población de los desastres que pudiera causar y "limitar las consecuencias en términos humanos y materiales".