En Siria, la pobreza y el hambre forman parte de unas vidas destruidas por la guerra.
El doctor Nabir Antaki, médico sirio-canadiense y miembro de la directiva de los Maristas Azules, la ONG que lleva acompañando a la población más vulnerable de Alepo durante los 10 años de guerra y con la que, desde hace más de dos, colabora Manos Unidas, relata periódicamente el día a día de la vida en Siria y más concretamente en la ciudad de Alepo, donde la pobreza extrema y el hambre han entrado a formar parte de unas vidas destruidas por el conflicto.
En una de sus últimas misivas el médico sirio explica que, aunque los alepinos nunca olvidarán los años en que la guerra hacía estragos en Alepo, las explosiones, la ansiedad, el miedo, el frío y la escasez, ahora, cuando los combates parecen haber terminado, no cesan de repetirse que, a pesar de todo el sufrimiento, en la época de guerra vivían mejor y que “echan de menos la época de las bombas, que era más soportable que la pobreza que se sufre ahora...".
La pobreza es la bomba que ha estallado ahora en Siria y que ha llevado a que el 80 % de la población viva por debajo del umbral de la pobreza y que el 60 % padezca inseguridad alimentaria.
Los precios de los productos de primera necesidad han subido drásticamente y los salarios no se han ajustado proporcionalmente, lo que ha provocado un aumento de la pobreza.
En Siria, la mayoría de las familias ya no pueden llegar a fin de mes y dependen de la ayuda alimentaria, médica y monetaria de las ONG para sobrevivir, aseguran los Maristas Azules desde el país árabe.
En opinión del directivo de los Marista Azules la destrucción de las infraestructuras del país y los estragos de la guerra, la crisis financiera del Líbano y las sanciones impuestas por los países europeos y Estados Unidos, que bloquean las transacciones financieras, impiden las importaciones y prohíben las inversiones en Siria, son algunas de las causas de este aumento de la pobreza.
Además la pandemia de Covid19 ha empeorado la situación por las muertes que ha causado y las medidas preventivas que han frenado una actividad económica ya moribunda”.
Las circunstancias han empujado a muchos sirios a plantearse la idea de la migración. “Muchos de nuestros compatriotas nos dicen que se arrepienten de su decisión de quedarse en el país cuando la emigración era fácil y muchos sueñan con establecerse en otro lugar. Solo en agosto de este año, diecisiete mil jóvenes alepinos abandonaron el país para instalarse y trabajar en otros lugares, especialmente en Egipto”. Y esta migración está dejando al país sin mano de obra cualificada ni artesanos. Las pequeñas empresas que se arriesgan a abrir no encuentran trabajadores cualificados para hacer funcionar sus máquinas y son otros países los que se aprovechan de nuestros médicos, ingenieros, artesanos, obreros y otros profesionales que se han formado aquí en Siria y que contribuyen al crecimiento económico o llenan el vacío de ciertas profesiones en otros países.
Quiero apoyar proyectos como estos
El doctor Antaki pide el fin de las sanciones como único medio para que mejore la situación. “Os pedimos, queridos amigos, que presionéis a vuestros representantes electos y a las autoridades de vuestros países para que pongan fin a las sanciones”.
Es en este contexto en el que continúan trabajando los Maristas Azules. Y lo hacen con apoyo de organizaciones como Manos Unidas “para sembrar un poco de alegría en los corazones de los niños y un poco de esperanza en las mentes de los adultos, para ayudar a la gente a tener un trabajo y a las familias a llegar a fin de mes, para educar a los niños y también a los adultos”, explica Antaki en su misiva.
Aunque todo lo que se hace es solo una gota en el océano de las necesidades, es esencial para el bienestar de miles de familias. Intentamos que las caras de nuestros compatriotas sean un poco menos tristes y no es fácil.