El último viaje de Manos Unidas junto a periodistas abrió la puerta de los medios de comunicación al difícil día a día que viven las comunidades más desfavorecidas en Camboya, así como a las iniciativas apoyadas por Manos Unidas. Ya de vuelta, pedimos a los periodistas que escribieran un breve texto en el que nos contaran su experiencia y reflejaran aquello que más les conmovió durante el viaje. Aquí puedes leer estos testimonios personales.
La pobreza en Camboya se hace más patente en colectivos vulnerables como los niños, las personas con discapacidad, los recicladores de basuras o los pequeños agricultores. Conocer a estas personas y las iniciativas que apoya Manos Unidas en el país ha sido el objetivo principal de nuestro último viaje con medios de comunicación.
De los siete días que duró el viaje surgieron crónicas y reportajes escritos con el corazón puesto en cada palabra, en cada imagen y en cada sonido. Historias y testimonios de esperanza y superación, nacidos en medio de las situaciones más adversas, que abrieron la puerta de los medios de comunicación a realidades muy desconocidas y que sellaron un compromiso que, a buen seguro, perdurará en el tiempo.
A continuación compartimos testimonios personales de los periodistas que viajaron a Camboya y que fueron publicados en la Revista de Manos Unidas nº 203.
***
No me resulta fácil resumir tantas emociones en tan poco espacio, ni elegir un solo protagonista para un testimonio en el que deberían tener cabida todas y cada una de las personas que pude conocer en Camboya. Pero, por el impacto que me causó y por el trabajo de la ONG local, me quedo con Rana, que es el sobrenombre de un adolescente que vive con su familia en una chabola situada junto a un vertedero en la localidad camboyana de Poipet, en la frontera norte del país limítrofe con Tailandia. En el futuro, quiere ser ingeniero de edificaciones para ayudar a sus padres y hermanos. Este niño acude a un centro de la asociación Damnok Toek (Gota de Agua), que cuenta con el apoyo de Manos Unidas, donde aprende a leer y escribir, toma una comida y un tentempié al día y acaricia su sueño. Esta es una de las muchas historias de superación que conocimos en el viaje a Camboya.
Ximena Hessling, Redactora de EFE.
Nunca antes había viajado al sudeste asiático y para mí fue una sorpresa muy agradable ser elegido por Manos Unidas como fotógrafo para visitar sus proyectos en Camboya. Hubo jornadas con calor, estrés y cansancio, pero desde la Presidenta de Manos Unidas, Clara Pardo, hasta mi compañero cámara Luis, pasando por Patricia, Iciar, Marta, Asunción, Ximena y Raquel, lo hicieron mucho más llevadero con humor y alegría.
Me impresionaron especialmente los menores víctimas de trata en Poipet -durísimas historias para pequeños que deberían preocuparse solo de jugar-, las jóvenes, casi niñas, dedicadas a la prostitución; y, en lo positivo, la entereza y capacidad de los trabajadores amputados de la fábrica «La Paloma» y de los alumnos del centro de formación profesional. Un absoluto lujo el conocer a Kike Figaredo, a Jaime Soroa y sus colaboradores. En cuanto a la organización, un sobresaliente.
Alberto Prieto, fotoperiodista free lance.
«Si aún no lo habéis hecho, leed “Se lo llevaron” y ved “Los gritos del silencio”», nos recomendó Patricia, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en el sudeste asiático, en una reunión previa al viaje, porque ambos títulos dan testimonio de los crímenes del régimen de los jemeres rojos.
Ya en Camboya, descubrí que hay personas capaces de transformar aquellas heridas en favor de los demás. Como Yon Kora, líder de una de las ONG a las que Manos Unidas apoya en el país. Cuando el régimen asesinó a su familia, Kora era niño y tuvo que sobrevivir con la basura de las calles, hasta que alguien lo apadrinó para estudiar. Aquello cambió su futuro y por eso él vela hoy por la educación y la salud de los hijos de los recolectores de basuras. Toda una lección de vida. A mí, al menos, me dio una nueva perspectiva.
Por eso, y por hacernos el trabajo tan fácil y tan grato, gracias.
Asunción Salvador, Redactora de Onda Cero.
De la Prefectura Apostólica de Battambang, de la complicidad entre Kike Figaredo y el empresario español Vicente Laborda y con la financiación de Manos Unidas, surgió el proyecto que más me emocionó: la fábrica «La Paloma».
La mitad de los trabajadores son personas con discapacidad. Muchos están mutilados por las minas y la fábrica es su única oportunidad. Es un ejemplo para el textil en Camboya. Los trabajadores tienen un sueldo digno y descanso semanal. La fábrica le vende las prendas terminadas a distintas empresas. Y, si hay beneficios tras pagar los sueldos, van al resto de proyectos de la Prefectura. ¡Qué alegría reconocer marcas españolas entre la ropa! Ahora busco por los escaparates de Madrid esas prendas. Fueron elaboradas por personas a las que ese trabajo les cambió la vida.
Raquel García, redactora de Informativos Telecinco.