El Centro Juana Azurduy ofrece apoyo, protección y guías paras las mujeres que deciden dar un paso al frente y denunciar los malos tratos en el hogar familiar.
Socio local de Manos Unidas en Bolivia.
En pleno núcleo urbano de la capital administrativa de Bolivia, en Sucre, encontramos la asociación de «Las Juanas», que se ha convertido en un santuario para las mujeres víctimas de la violencia de género.
El Centro Juana Azurduy, que debe su nombre a la conocida como «Libertadora de Bolivia», ofrece apoyo, protección y guías paras las mujeres que deciden dar un paso al frente y denunciar los malos tratos en el hogar familiar.
Rosaura Llave, una superviviente que ha podido salir adelante gracias a «Las Juanas», sobrenombre de las trabajadoras sociales de la asociación, nos cuenta ahora su experiencia en primera persona.
Un día, tuve un problema con mi esposo, ya que él me quiso agredir y tuve que huir. Anteriormente, yo ya había sufrido agresiones, pero siempre tenía miedo de contárselo a mi mamá o explicárselo a alguien porque también me daba vergüenza y me sentía mal.
Poco después, hablando con él, le insistí en la importancia de que eso no podía volverse a repetir, pero él reaccionó todavía más violentamente. Por suerte no me agarró, ya que yo corrí muy fuerte a pesar de que él no dejó de perseguirme. Él estaba muy agresivo, tanto con palabras como de gestos. Fue una escena de celos, pero yo no le he había dado ningún motivo. Él estaba un poco borracho cuando pasó eso y mi hijito lo vio y se asustó y lloró. Mi marido no hacía caso a nadie, ni siquiera a su hermana y su tía, que estaban presentes, ya que estaba totalmente descontrolado.
Ese fue el motivo de cortar mis lazos con él. Reflexioné y dije ya basta, he aguantado mucho y creo que es hora de tomar decisiones más fuertes porque él no va a cambiar, eso es lo que me ha demostrado. Y por eso decidí ir a «Las Juanas», pues ya conocía la institución de hace algunos años. Cuando yo era pequeña, mi mamá sufrió algo parecido: ella fue, pero al final lo dejó y no continuó. Yo decidí ir y a mí me dieron una cita primero con la psicóloga, con la cual he tenido varias sesiones.
Ella me ayudó bastante, me sentí bien y cada vez estaba más decidida a solucionar el problema de una forma sana. Mi principal preocupación siempre era que no le afectase mucho a mi hijo, al suceder todo de golpe. Al principio fue complicado porque mi marido no entendía la situación y me insistía para que yo le diera otra oportunidad, pero poco a poco lo ha ido entendiendo.
Después me pasaron con la abogada y ahora ya estoy tramitando mi divorcio. Todo va marchando bien hasta el momento, el papá de mi hijo ha firmado todo voluntariamente. El trabajo ha sido muy rápido y la ayuda que nos dan «Las Juanas» realmente es muy grande, especialmente para las mujeres sufrimos este tipo de violencias.
Después de todo esto, me invitaron en «Las Juanas» a un taller psicoterapéutico grupal de 10 sesiones y me ha gustado mucho participar en ese taller porque he conocido a otras mujeres que también han sufrido violencia, psicológica o física. También me ha ayudado a valorarme como mujer y como persona, y a pensar mucho en que si yo tengo una amiga que esté pasando por lo mismo, ahora podré ayudarle y decirle que no tenga miedo a ir a la asociación.
«A pesar de todo, él todavía me habla en alguna ocasión y me insiste en que le dé una oportunidad y me promete que va a cambiar, pero yo ya he tomado la decisión de que no se la voy a dar».
Ahora mismo, lo principal es que yo esté bien y que mi hijo también lo esté, que él no sufra esa violencia, que yo misma sufrí de pequeña. Yo hice lo mismo con mis padres: la última vez que mi papá pegó a mi mamá, yo le obligué a ella a ir a denunciarlo, pues hasta ahora no se había atrevido por vergüenza. Hacer esto me dolió en el alma porque yo amaba a mi padre, pero esta situación no se podía consentir.
Mi hermano mayor es igual, un poco agresivo y él acaba de empezar a vivir con su novia, con la que yo tengo mucho contacto. Ella me contó hace poco que él últimamente se está descontrolando cuando bebe y se pone celoso. Ella me aseguró que nunca le ha puesto la mano encima, pero que tiene miedo por si pierde el control del todo.
Aunque sea mi hermano, a ella le dije que le apoyaríamos en todo, como acompañarla a «Las Juanas» si realmente se descontrola. Además, También saqué valor para hablar con mi hermano y le dije que estaba a tiempo de cambiar y reconducir su actitud. Afortunadamente, se tomó mi consejo de forma positiva y me agradeció la ayuda. Él, que también había sufrido los malos tratos de nuestro padre, me aseguró que quería evitar a toda costa ser como él.
«En el centro también hay psicólogos para atender a los hombres con esos impulsos agresivos, como en el caso de mi hermano».
La ayuda de «Las Juanas» no se queda solamente en las mujeres maltratadas, sino que parte de su programa consiste en la concienciación y reeducación de hombres que han maltratado a sus esposas. En el siguiente vídeo, Claudia y Marco Antonio nos cuentan cómo han sido sus procesos, diametralmente opuestos, pero complementarios para entender la gran labor que realiza el Centro Juana Azurduy.
Texto de Hugo Pérez Marsol. Departamento de Comunicación.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 216 (octubre 2021-enero 2022).