Las consecuencias de la pandemia ponen en riesgo los derechos de la infancia.
La pandemia ha provocado en Filipinas el aumento del trabajo infantil y un dramático trastorno en la educación. Con aproximadamente 27 millones de estudiantes, es uno de los pocos países que han mantenido las escuelas cerradas durante la pandemia.
Con el cierre de las escuelas desde marzo de 2020 y los obstáculos que supone la enseñanza a distancia –sin olvidar la situación aún más preocupante de las familias que carecen de ordenador, internet o una fuente de electricidad estable–, se prevé un importante deterioro de la calidad y el ritmo de aprendizaje del alumnado.
A esto se añade el aumento del trabajo infantil a consecuencia de la delicada realidad que vive el 90 % de las familias, abocadas hoy a la pobreza por la crisis generada por la pandemia.
Nonoy es solo uno de los muchos estudiantes que tienen que trabajar para ayudar a sus padres. Con diez años de edad, se ha convertido en estudiante de día y vendedor ambulante de noche. Junto a su hermano mayor sale todas las tardes a vender verduras en las calles del Barangay Santa María en Zamboanga, con el propósito de ayudar económicamente a su familia. Tras la dura jornada, Nonoy vuelve a casa a las 9 de la noche.
Según un estudio realizado por UNESCO, UNICEF, el Banco Mundial y la OCDE, las escuelas de todo el mundo estuvieron cerradas durante una media de 79 días lectivos, mientras que en Filipinas han estado cerradas durante más de un año, lo que ha obligado a los estudiantes a matricularse en modalidades de aprendizaje a distancia.
Jacqueline Biao, docente del Instituto Nacional de Tagasilay, asegura que «la mayoría de los estudiantes de secundaria tienen problemas de concentración a causa del trabajo que realizan fuera de casa, a lo que se suma la complejidad de poner en marcha el aprendizaje online en los hogares más pobres».
Los efectos del cierre prolongado de las escuelas son muy variados, especialmente para los niños y niñas más vulnerables. Al impacto negativo en el aprendizaje y en el desarrollo emocional y cognitivo por la falta de trato en persona con los compañeros, se suman consecuencias como el mayor riesgo de abandono escolar, abusos sexuales, matrimonio infantil, embarazos adolescentes y trabajo infantil.
Este contexto excepcional ha suscitado que muchos profesores traten de ajustar incluso los criterios pedagógicos y de calificación. Hassan Kaniya, maestro del Instituto Nacional de Ayala, cree que los docentes deben ser más flexibles en estos momentos: «Los criterios en este momento deberían ser los criterios del corazón. Tenemos que valorar mucho cualquier esfuerzo realizado por los estudiantes».
El Convenio de Construcción de Paz y Cohesión Social, cofinanciado por AECID y Manos Unidas y ejecutado en Filipinas por ZABIDA, promueve la cultura de paz y la gestión de conflictos en las comunidades de Zamboanga y Basilan, a través de la defensa de los derechos de los niños y niñas vulnerables y del trabajo con las escuelas y con los gobiernos locales.
Debido al conflicto en la región de Mindanao, la educación para la paz es especialmente valiosa para imaginar una nación libre de violencia, donde los conflictos se aborden con diálogo y medios pacíficos.
Por ello, el estado filipino estableció la obligación de integrar la educación para la paz en el currículo de los colegios de primaria y secundaria. Sin embargo, si antes de la pandemia esta obligación se incumplía de forma generalizada por la falta de medios y capacidades de las instituciones educativas, la pandemia y el aprendizaje online han provocado que la educación para la paz haya quedado aún más relegada.
En este contexto, ZABIDA ha puesto en marcha una serie de acciones de sensibilización junto al profesorado comprometido y las divisiones locales del Ministerio de Educación. Entre estas acciones se encuentra la difusión del vídeo que compartimos al inicio de esta noticia, con el que se busca aumentar la visibilidad de la difícil situación que viven muchos niños y niñas vulnerables en Zamboanga, denunciar el aumento del trabajo infantil y generar los cambios necesarios para mejorar las condiciones de vida de la infancia y garantizar su derecho a la educación y al juego.
Esta actividad está promovida por ZABIDA y Manos Unidas, con la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a través del Convenio para Promover la Construcción de Paz y la Cohesión Social en Zamboanga y Basilan.
Texto de Jessica Del Olmo. Departamento de Cofinanciación.