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Celebrar estar 24 horas es preguntarnos 24/7: ¿Dónde está tu hermano?

Homilía Eucaristía especial 24 horas 2022
D. Francisco José Prieto

Homilía pronunciada en la Eucaristía de apertura de la X edición de las "24 horas" de Manos Unidas

Saludo a todos los que estáis hoy aquí presentes, como voluntarios de Manos Unidas y como expresión, también, de esa unidad de manos y corazón en esta vigilia de 24 horas y a todos los que nos seguís a través de internet, a través de la vía streaming del canal de Youtube de Manos Unidas.  

Contemplaban aquellos judíos la belleza del templo de Jerusalén. Se asombraban de que contemplaba una obra verdaderamente majestuosa y grandiosa. Estaban, diríamos, asombrados por lo que contemplaban sus ojos. ¿Cuántas veces también nosotros nos dejamos llevar por la contemplación quizás de una belleza transitoria y caducada, o nos dejamos asombrar por banalidades que nos distraen?  

Y entonces, la llamada de Jesús en el Evangelio es una llamada a tener una mirada profunda y preguntarnos: ¿Qué es aquello qué nos define como personas? ¿Qué es aquello en lo que nos definimos verdaderamente como creyentes? Por eso las palabras de Jesús en el Evangelio nos invitan a que miremos a cada uno de nosotros y nos preguntemos con sinceridad: ¿Dónde ponemos las raíces de nuestra vida? Allí donde se alimenta lo que somos. ¿Cuál es la expresión en nuestra vida? ¿Hay verdad, hay autenticidad, hay coherencia? ¿O, por el contrario, nuestras raíces están quizás en tierra seca? Las palabras del profeta Malaquías precisamente nos ponen en esa alternativa, ante la cual no podemos evadirnos si queremos al menos tomarnos la vida en serio, que no significa tomar la de manera triste, sino tomarla con una tarea en una misión que el señor pone en nuestras manos.  

Las raíces de nuestra vida pueden ser aquellas pretenciosas del orgulloso y del soberbio. Pueden ser las raíces de aquel que cree que se basta a sí mismo y no necesita de los demás. O podemos también tener las raíces puestas, dice Malaquías, en el temor del Señor que no es miedo a Dios, es confianza en el Señor. Es saber que somos criaturas en sus manos, es saber que nuestra confianza bebe en esa fuente inagotable del amor y la misericordia del Señor.  Y entonces, desde ahí, es la nuestra una vida donde la luz disipa las tinieblas de la injusticia y disipa esas sombras que tantas veces cubren la vida de los hombres.  

Fijaros que las palabras del profeta Malaquías, nos sitúan muy bien precisamente en lo que estamos celebrando esta tarde, víspera del domingo. ¿Cuál es la raíz de nuestra vida? ¿El orgullo que se vuelve cultura, la soberbia del autosuficiente o, en cambio, aquel que sabe que su única riqueza es el Señor y desde ahí su vida comparte haciéndose compromiso? Su vida se hace luz, no porque uno la tenga, si no porque el Señor la pone en cada uno de nosotros para que disipemos tinieblas de injusticia, tinieblas que atentan contra la dignidad de los hombres, para que disipemos las tinieblas que tantas veces ensombrecen y hacen que la dignidad no habite en la vida y en el corazón de tantos hombres. 

El Evangelio describe con palabras propias del lenguaje apocalíptico lo que casi parecería el relato de nuestro tiempo: Guerras, conflictos y violencias, crisis, pandemias. Un tiempo de crisis, aunque yo me pregunto, ¿qué tiempo en la historia no lo fue y no es siempre un tiempo de crisis? En el que alumbra no el miedo ni el temor, en el que no podemos prestar oídos a los profetas de calamidades, sino que tiene que alumbrar precisamente esa esperanza como horizonte hacia el que caminamos y desde el que vivimos. Hoy Manos Unidas nos invita, precisamente, a que tomemos ese compromiso que brota, y debe brotar de manera natural, de aquel que en su corazón habita la luz que pone el Señor en nuestras vidas. Para que demos visibilidad a aquellos que tantas veces están ensombrecidos por nuestro egoísmo, por nuestras guerras y violencias, por aquellos que parece que siempre son los que tienen que sufrir las crisis en cualquier tiempo y lugar de nuestra historia y de nuestro mundo. No ha de ser así.  

Hemos de poner en primer lugar, y cubrir con el manto de la justicia, la dignidad que todo hombre y mujer merecen. Por eso estas 24 horas -yo me atrevería a decir como utilizamos con frecuencia la expresión-, no sean solamente ahora, sean 24/7. O sea, cada hora del día, en cada día de la semana, cada semana del mes y cada mes del año. El compromiso es un camino, es un itinerario que vivimos día a día. Es un compromiso en el que las manos unidas no se entrelazan en las ocasiones, sino de manera constante y permanente. Tantos hermanos nuestros, que están en las orillas y en las periferias, esperan que extendamos la mano porque al verlo nos sintamos comprometidos.  

Y pongamos en ellos la luz de la esperanza que se hace gesto de solidaridad. Que se hace compromiso en este proyecto que pone en pie la dignidad del hombre como Dios quiere en el corazón de sus hijos. Porque Dios ha puesto la huella en todo hombre y mujer, esa huella indeleble donde Dios nos llama a sus hijos e hijas y ahí tenemos que reconocernos como hermanos.  

Celebrar estar 24 horas es preguntarnos 24/7: ¿Dónde está tu hermano? Es la pregunta que Dios nos hace. ¿Cuál es la respuesta que damos? Hoy en esa luz que se enciende, es una luz que tiene que estar con una cera que permanentemente la alimente. Que sea la cera del buen samaritano. Aquel que al ver se detiene, para, cura las heridas y acompaña a aquel que ha puesto en pie, porque estaba maltratado al borde del camino.  

Celebramos hoy también estas 24 horas, precisamente en vísperas de la sexta Jornada Mundial de los Pobres. Una coincidencia providente que no puede pasar de largo ante nosotros. El papa Francisco nos recuerda que el camino del compromiso y de la solidaridad viene motivado por aquel, el mismo Señor que se hizo pobre, se despojó de su condición divina y se hizo pobre entre los pobres. He ahí donde la caridad no se convierte en algo obligado, sino en el gesto que brota solidario de aquel que bebe en la fuente del amor y de la justicia que brotan del corazón mismo de Dios.  

Ahí tenemos todos una responsabilidad, personal y comunitaria. Construyamos con Manos Unidas comunidades de vida y de bienes, porque la vida se comparte, no estamos para sobrevivir. Estamos para procurar dignidad. Y, con lo poco que tenemos, demos a los que no tienen nada, demos de lo que es nuestro, una verdadera comunidad de bienes que haga que brote de ahí una comunidad de acción. Porque es tarea de todos, no aquello de “que otros lo hagan”. ¿Y tú qué haces, cuál es tu compromiso y cuál es la mano que tú extiendes y cuál es la vida que tú compartes? ¿Cuál es aquello que tú das, de ti mismo, para que el otro se ponga en pie y pueda vivir con dignidad? 

He ahí una vez más, por tanto, como el Evangelio nos invita a alzar la mirada. A no perder la esperanza. A no dejar dejarnos hundir por el miedo y, al contrario, sentir más que nunca una solidaridad que brota precisamente de esa caridad que tiene que influir en nuestras vidas, hecha una verdadera fraternidad. Con el nombre propio de tantos hermanos y hermanas nuestras que están esperando que lo reconozcamos como tales, porque es la dignidad que Dios ha puesto en el corazón de los hombres y que a veces, por nuestras sombras, oscurecemos. 

Hoy, en estas 24 horas, 24/7, pongamos luz, pongamos justicia, pongamos esperanza. Pero no como tantas veces lo entendemos a la manera humana, sino como Dios lo quiere en el corazón de los hombres. El proyecto de Dios para el hombre es llamarlo a la bienaventuranza, a la dicha y a la felicidad, pero es un camino que se transita a través de la justicia, de la paz, del compromiso, de la autenticidad, de la libertad de espíritu. No sé si es mucho, pero todo eso viene de Dios y pidámoslo en esta tarde, para que nuestro corazón no sea, como dice el profeta Malaquías, habitado por el orgullo y la soberbia, sino que esté invadido por aquella luz de justicia que disipa toda sombra de injusticia en la vida de los hombres.  

 

 

 

24 horas de Manos Unidas 2022
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¡XI edición de las 24 horas de Manos Unidas!

11 y 12 de noviembre de 2023
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