Africa Marcitllach
Con ocasión del 60 aniversario de Manos Unidas me piden una valoración de mi experiencia.
Empecé mi colaboración en 1993 organizando, entonces, la Biblioteca. También he coordinado el Departamento de Cofinanciación y, desde 1999, trabajo en el departamento de proyectos en Asia, llevando, principalmente, varios estados de la India y, desde hace tres años, también en Oriente Medio.
Veintiseis años de trabajo te dan cierta perspectiva de la evolución que ha tenido la institución, pero me gustaría comenzar destacando qué es lo que ha permanecido, lo que me ha venido atando a Manos Unidas durante todo este tiempo, por qué, de alguna forma, la considero un poco mía, y eso son los valores que motivaron a las fundadoras. Determinación en el empeño, cercanía con los beneficiarios y misioneros, denuncia de las causas que permitían, entonces, esas hambrunas; austeridad, voluntariado, compromiso vital de sus integrantes, solidaridad y transparencia en la gestión fueron los principios en los que asentaron esta gran Institución. Sesenta años después esos principios de mantienen intactos.
También puedo apreciar lo mucho que ha cambiado en este periodo, porque también se han ido identificando otros tipos de “hambre”, pobreza y exclusión, así como las causas que han venido provocando estas injusticias, que exigía profesionalizar la institución para dar una respuesta más eficiente. Así, se ha hecho un gran esfuerzo en la denuncia y la sensibilización de la población española, así como la gestión de los proyectos y programas que financiamos.
Lo que intuyeron las fundadoras declarando la lucha contra el hambre y promoviendo la dignidad de todo ser humano, nos sigue interpelando y contagiando a muchos que a lo largo de toda la geografía perseguimos conseguir alcanzar esa gran utopía.