Carmen Santolaya
En el año 1959 surgieron dos grandes proyectos que me permitieron mi desarrollo e involucración:
Ese año, Angel Antonio y Adoración se casaron y comenzaron una vida juntos, dando lugar a una gran familia. Sí, grande por lo numerosa y por su capacidad de permanecer unida. GRACIAS a mis padres por este proyecto y vaya aquí mi homenaje a ambos por su amor y fortaleza.
También en 1959 surgió un proyecto de vida de un grupo de mujeres, para asumir la responsabilidad por un mundo más justo, en el marco de una comunidad internacional polarizada y ajena a las voces del hambre física y de justica social, que los gobiernos de los países intentaban acallar. GRACIAS a este grupo de MUJERES visionarias y proyectistas sociales, que desde sus diferentes ámbitos quisieron cambiar el mundo. Mujeres que se adentraron en una realidad ante la que no quisieron quedarse indiferentes; donde luego tuvimos cabida otras muchas mujeres y, poco a poco, cada vez más hombres. Porque crearon una organización inclusiva, en la que, como en tantas otras, puede parecer que nadie es imprescindible, pero TODAS y TODOS somos necesarias y necesarios.
Como este relato es en primera persona, me permitiré una nueva licencia, para dejar constancia de que mi incorporación a este proyecto de Manos Unidas se produjo en un gran año olímpico. Me integré en una organización de dimensiones más reducidas, en la que el sello del vínculo se hizo simbólicamente, no a través de un contrato, sino de forma muy familiar, con la participación en la boda del año (¿verdad Alfonso?), en la que tuvimos cabida los recién llegados y los que ya estaban trabajando, desde diferentes puestos y responsabilidades, desde hacía muchos más años.
El HOY. La responsabilidad para Manos Unidas en este aniversario es seguir manteniendo los principios de sus fundadoras de solidaridad, inconformismo ante el estatus quo y sus planteamientos de una organización inclusiva, donde la diversidad y pluralidad de sus integrantes genera dinamismo.