Pamplona a 9 de febrero de 2025
Querida Iglesia que peregrina en Navarra:
Cercana la Campaña contra el hambre en el mundo, me lleva a mirar a Manos Unidas. ¿Qué haríamos sin Manos Unidas? Siempre he asociado a Manos Unidas con “enseñar a pescar y no dar pescado”. Educar, formar. Manos Unidas es de mirada larga, de futuro. Manos Unidas educa, crea conciencia, promueve la solidaridad, encarna el evangelio solidario. Manos Unidas siembra para que allí recojan. Manos Unidas crea fe en la semilla que se planta en cada país donde interviene. Manos Unidas se hace pequeña para que los pobres crezcan.
El lema de este año se podría concretar en “Compartir es nuestra mayor riqueza”. Este juego de palabras, bien articulado, pues todos los proyectos de Manos Unidas nos hablan de pobreza, nos abre un horizonte muy esperanzador. Da un paso más en la colaboración de los diferentes proyectos que presenta Manos Unidas. Pues hasta ahora solo se valoraba la colaboración material. Este año se quiere poner en valor la colaboración y el compartir, independientemente de lo que se colabore. Cuando se hace de corazón, la conciencia queda “tocada”. La riqueza no está solo en la cantidad sino en la conciencia de quien colabora, en la conciencia de quien ayuda, en la conciencia de quien detecta un problema, en la conciencia de quien se pone en camino para ayudar. La suma de esas conciencias solidarias ayudan tanto al que recibe la ayuda como al que la da. Todas estas conciencias se ven enriquecidas, pues, quien colabora, recibe mucho más de lo que da. En muchos casos su conciencia se transforma, cambia.
Recordamos la escena de la multiplicación de los panes y los peces: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo» (Jn. 6, 9-10). Desde el compartir lo poco, se llega a mucha gente y hace bien al que lo entrega. Jesús nos muestra que la verdadera riqueza no radica en los bienes materiales sino en la capacidad de compartir lo que tenemos. Nos enseña que la generosidad nos acerca más a Él. Este acto de compartir lo poco que se tiene se convierte en un milagro: lo poco se multiplica para bien de muchos. El episodio de la pobre viuda del evangelio también nos muestra el valor y la riqueza de compartir. «En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Lc. 21, 3-4). La suma del joven de la multiplicación de los panes y los peces y de la pobre viuda es la que hace que Manos Unidas sea evangelio vivo y comprometido. Es lo que pone en valor no la cantidad sino la calidad de la colaboración, la calidad de las conciencias solidarias.
Este año Manos Unidas pone el acento en el compartir, no en la cantidad. Esto nos recuerda que no necesitamos esperar a tener más para dar, sino que lo que tenemos, por pequeño que sea, puede ser suficiente si lo compartimos con generosidad y amor. La verdadera riqueza es la que se encuentra en el corazón generoso, dispuesto a compartir lo que tiene con los demás. Este compartir es la gran riqueza de Manos Unidas. Muchas conciencias que comparten generan una gran riqueza, tanto material como de conciencia solidaria. Muchas conciencias de creyentes generan una gran conciencia de Iglesia.
Este año se pone el acento en la colaboración, no en el “cuánto”, porque la suma de pequeñas solidaridades hace que las campañas de Manos Unidas sean grandes y lleguen a muchos necesitados. Hace que salten fronteras y ayuden realmente a quien lo necesita. Pero, sobre todo, enriquezca a los colaboradores, a los donantes. Es bueno poner en valor a los que colaboran con nuestras campañas de Manos Unidas.
Compartir no es solo un hecho aislado, algo puntual, sino que va configurando un estilo de vida. Supone estar pendiente de las necesidades de mis hermanos, de mirar más allá de mi propia realidad. Este año Manos Unidas pone en valor el compartir porque cree que es un elemento constitutivo de nuestra fe, y ello nos empuja a ponerlo en práctica en nuestra vida de cada día. Hablar del evangelio es hablar de compartir, que es lo que hacen los misioneros en tierra de misión. Hablar de la Iglesia es hablar de compartir y de solidaridad, especialmente con los que menos tienen y con los que menos pueden.
Recordemos las palabras de San Pablo: « Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Hay más dicha en dar que en recibir”». (Hch. 20, 35). Esa es la grandeza de la fe, de la solidaridad y que este año nos recuerda Manos Unidas: “Compartir es nuestra mayor riqueza”
+ Florencio Roselló Avellanas
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela