“Paradójicamente, tan pobres pero inmensamente ricos”
A pocos pasos del basurero de Cobán, en Guatemala, se levanta la Ciudad de la Esperanza. Un lugar que sirve de refugio a los olvidados gracias a la voluntad del sacerdote guatemalteco Pedro Godoy.
Ciudad de la Esperanza es un “referente para los niños y jóvenes en riesgo”. El centro “les provee de servicios educativos y de acompañamiento integral para contribuir a erradicar la pobreza”, señala orgulloso el misionero. Éste trabaja cada día para evitar que los mas pequeños, en su mayoría de la etnia quiché, queden “fuera de la realización de un sueño en su vida”.
Manos Unidas ha colaborado, en numerosas ocasiones, en el proyecto que ayuda a mas de 300 menores. La experiencia del joven religioso describe un mundo tan feo como esperanzador. Un lugar en el que los niños y niñas “son capaces de descubrir tesoros en medio de la basura” y de poseer “una riqueza que muchas veces no encuentras en los palacios”, susurra.
“El juego de pelota, en cualquier parte, es universal”
El religioso conquistó su difícil espacio en el basurero gracias al fútbol. Con nostalgia en sus ojos recuerda que el balón fue “la manera de ir entrando en la vida de los niños”. Este deporte “encuentra su complemento precisamente en la merienda que compartíamos”, rememora. “En el juego de pelota y alrededor del fuego se fueron tendiendo y consolidando los puentes” que ahora les unen a todos ellos.
“Una pequeña porción de la humanidad tiene de sobra y podría saciar el hambre del resto del mundo”
La desigualdad, como en el resto del planeta, también es visible en Guatemala dónde conviven 23 etnias. El Padre Sergio cree que “el mundo al fin y al cabo es una aldea”. La actual crisis económica es también una “crisis de humanidad”, puntualiza con tristeza. El espíritu de Ciudad de la Esperanza invita a las “personas a que se replanteen las prioridades que tienen en su vida, que se cuestionen su escala de valores”.
El basurero de Cobán es un lugar para la reflexión como denuncia el Padre Godoy. ”Pensemos en nuestros pequeños, en nuestros hijos, como nos sentiríamos al verlos en ese lugar, quizá deseando las sobras que caen de nuestra mesa” y continúa, “las migajas siguen cayendo de la mesa y nadie las come”.
Un llamamiento que enseña a que “aprender a renunciar a algo y poder dárselo a alguien nos hace mas ligeros de equipaje, nos hace mas libres”. Esta actitud “nos permite volar mas alto, nos permite alcanzar otras alturas y nos permite encontrar el camino de la felicidad y de la paz interior”.
“Guatemala esta atravesando por una situación muy particular”
Las drogas, las pandillas juveniles o la inseguridad del país dibujan un oscuro escenario.
El religioso exclama: “La inseguridad a veces parece nuestra sombra salimos incluso de nuestro país y vamos a otro país donde existe otra cultura y otros hábitos y nos persigue el miedo a que nos pueda pasar algo”. “Eso esta muy metido en el inconsciente y es a lo que están expuestos nuestros chicos”.
Sergio trabaja a diario para que todos ellos tengan un futuro. “Un empleo digno en donde puedas sentirte realizado como persona” afirma. “Puedas tener una familia, puedas llevar el pan a tu mesa, puedas tener la certeza de que a tus hijos no les va a faltar la escuela, ni los servicios básicos, ni la seguridad”, concluye.
El religioso guatemalteco lanza un mensaje de esperanza a los chavales: “Tú que pasaste por la Ciudad de la Esperanza, tú que te formaste en la Ciudad de la Esperanza, que estés en igualdad de condiciones que cualquier otro chico de cualquier otra etnia o cualquier otra chica de competir en el mercado laboral”.
Un mensaje de esperanza que es recogido al otro lado del océano, en España.
Rosa Toullis - Comunicación