Carta Pastoral Queridos diocesanos:
El mes de febrero viene tradicionalmente marcado por un momento de reflexión y acción solidaria en la Iglesia española. La ONG católica de voluntarios, Manos Unidas, nos presenta cada año la Campaña contra el Hambre. Manos Unidas tiene una razón de ser: ayudar a las comunidades cristianas de las diócesis españolas a crecer en sensibilidad hacia los más desfavorecidos en países empobrecidos. Sensibilidad que después se materializa en acciones concretas con los cuantiosos proyectos de desarrollo que se aprueban cada año, en beneficio de los más pobres. La estrategia es sencilla pero eficaz: concienciar aquí, para poder ayudar allí. Ayudar a nuestros conciudadanos a descubrir que todos somos responsables de todos y que la quiebra de la dignidad de nuestros hermanos, allí donde estén, se convierte en un reto inexcusable para nosotros. Eso tiene una respuesta concreta en la que se implican muchas personas que de un modo u otro colaboran con Manos Unidas, y que da lugar a los proyectos de desarrollo que se preparan con profesionalidad para ayudar a tantas personas en el mundo. Nuestra aportación económica a los mismos es expresión de solidaridad y compromiso por parte de la comunidad cristiana. La Campaña contra el Hambre surgió hace más de 60 años como una acción concreta de las mujeres de Acción Católica que decidieron declarar la guerra al hambre. Al hambre de pan y al hambre de cultura. Un grupo mujeres valientes que apostaron de forma muy decidida por la promoción de la mujer en muchos países del mundo. Aquella intuición fundacional se ha ido consolidando con los años, constituyendo a Manos Unidas como una asociación publica de fieles, donde las mujeres siguen teniendo un gran protagonismo. La Campaña de Manos Unidas de este año tiene por lema: “Frenar la desigualdad está en tus manos”. Es cierto que nos enfrentamos a un problema de mucho calado. El hambre y la pobreza en el mundo genera, por desgracia, muchas situaciones de desigualdad de las que no somos plenamente conscientes. Escuchamos cifras, datos, pero nos cuesta descubrir que estas cifras esconden rostros de seres humanos que no tenemos tiempo ni de mirar ni de tener presentes. Vivimos en una sociedad marcada por el individualismo en la que la desigualdad se nos desdibuja o terminamos normalizándola. El problema es que a veces nuestros comportamientosy actitudes pueden contribuir a la marginación de millones de seres humanos. No podemos seguir ignorando la dura realidad que viven millones de personas en el mundo que, cada día, se están volviendo más invisibles y olvidados. No tomar conciencia de la desigualdad para poder actuar contra ella, hará más invisibles a las personas más pobres del planeta.Por eso es de agradecer la llamada de Manos Unidas para frenar la desigualdad. Todos podemos colaborar. A ello nos convocan en esta Campaña contra el Hambre. Quisiera terminar dando gracias a nuestra Delegación diocesana de Manos Unidas. A la delegada y a todos los que trabajan con ella a largo del año. Y gracias a todos los que animáis en las parroquias esta Campaña en estas fechas y a lo largo de todo el curso. Son muchas las iniciativas solidarias que con creatividad y esmero se hacen para Manos Unidas en favor de los más pobres. Por todo ello, ¡gracias!
Con mi afecto y bendición, + Carlos Escribano Subías Arzobispo de Zaragoza
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