Quién más sufre el maltrato al planeta no eres tú. Con este lema de la Campaña LXI, Manos Unidas nos invita a que tomemos conciencia de lo que estamos haciendo con el planeta tierra, la casa común de todos. No somos nosotros, los países desarrollados, los que sufrimos las consecuencias del maltrato que estamos dando a la tierra, sino los países más pobres y vulnerables de la tierra.
El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta. Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas. “La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo. Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida” (Laudato Si, 207). Sin embargo, no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder su capacidad y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a merced de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales. Esto es, unir nuestras manos para que en la mesa de nuestra casa común puedan sentar también los países más pobres y vulnerables de la tierra.
Oración por nuestra tierra Dios omnipotente,
Jesús Arduña Consiliario de Manos Unidas en la Diócesis de Zaragoza
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