Nos acercamos a la violenta realidad del país más poblado de África.
La situación en el país más poblado de África, asegura el padre Jorge Crisafulli, provincial de los salesianos en Nigeria y Níger, es «compleja y llena de desafíos». Es un país con una historia difícil y llena de contradicciones.
El pasado 14 de abril, se cumplieron 10 años del secuestro de 279 niñas en una escuela femenina de la localidad de Chibok, situada al norte de Nigeria. Boko Haram, el grupo islamista radical que opera en el nordeste del país africano, reivindicó la autoría de un hecho que copó los titulares de la mayor parte de los medios de comunicación del mundo y que dio lugar al movimiento #bringbackourgirls, una campaña sin precedentes en las redes sociales, que reclamaba la vuelta de las niñas a sus hogares.
Diez años después, se sigue sin saber cuál ha sido la suerte de casi un centenar de estas niñas. Por las que consiguieron escapar o fueron liberadas por los miembros de Boko Haram, se sabe que fueron utilizadas como esclavas sexuales, violadas y maltratadas y que muchas fueron casadas a la fuerza con los miembros del grupo terrorista.
En 2024, Boko Haram sigue actuando en el nordeste de Nigeria y, aunque sus acciones han ido perdiendo fuerza y notoriedad, los secuestros masivos y los asesinatos y matanzas de civiles —cristianos y musulmanes no radicalizados—, todavía proliferan en esa región del país. Y, desgraciadamente, en los últimos años, el modus operandi de Boko Haram está siendo replicado en otras zonas del país —sobre todo en el noroeste— por grupos de bandidos que han convertido esta forma brutal de delincuencia en su mayor fuente de ingresos.
El modus operandi de Boko Haram está siendo replicado en otras zonas del país.
Las enormes riquezas naturales y humanas de Nigeria no redundan en el bien de la población que, mayoritariamente, vive con poco más de 1,5 dólares al día. A esto hay que sumar la división étnica y geográfica, que divide el país entre el norte árido y seco, con la mayoría de la población musulmana, y el sur, rico en recursos naturales, con una población fundamentalmente cristiana y animista.
El número de desplazados internos (IDP), que huyen de la violencia en sus comunidades, no cesa de aumentar. Según diversas organizaciones internacionales, la cifra podría llegar a los 3 millones en todo el país, aunque la mayoría se concentran en el centro y el oeste del norte de Nigeria, donde actúan grupos armados y bandidos. Esto ha llevado a Manos Unidas a colaborar en un proyecto de apoyo a estas personas que han tenido que dejar toda una vida atrás y que cargan a sus espaldas con la mochila del miedo y el trauma por lo vivido.
Se trata de una iniciativa, puesta en marcha por el Servicio Jesuita al Refugiado (JRS por sus siglas en inglés), orientada a reducir el sufrimiento, mejorar la salud mental y el bienestar psicosocial y fomentar la protección de 3.500 IDP.
Recientemente, y en tan solo una semana, más de 500 mujeres y niños fueron secuestrados por yihadistas y otros grupos armados en diversas zonas del país. Para el salesiano Crisafulli, el porqué de estos secuestros y esta violencia reside no solamente en el factor religioso y étnico sino, también, en el factor pobreza y miseria. Esto llevó a que, en 2023, se contabilizasen más de 4.300 secuestros en todo el país.
«Hay grupos de gente, pobre y no tan pobre, que han visto que estos secuestros pueden ser una fuente de ingresos, suculenta y sostenible. Ahora son grupos de bandidos que están acosando a la población en el noroeste, centro, sureste y suroeste de Nigeria. (…) Los criminales quieren hacerse ricos a costa del sufrimiento del pueblo pobre y oprimido», sentencia Crisafulli.
El padre Crisafulli elabora el relato de lo que supone la presencia de estos grupos, y sobre todo de Boko Haram, en las aldeas que atacan:
«Roban comida, cosechas, frutas, verduras, y animales, y queman y destruyen todo, sobre todo si se trata de enclaves cristianos. Toman áreas, regiones y ofrecen protección a la gente de las aldeas, las subyugan y la gente les ofrece información y ayuda».
El dinero de los rescates sirve a Boko Haram para comprar vehículos y armas, algunas sofisticadas. Y no es raro verlos llegar en camionetas Toyota con ametralladoras bien montadas en sus cajas.:
«¿De dónde sacan estos vehículos y armas? ¿Quiénes las proporcionan? ¿Cómo entran en el país sin el conocimiento de las autoridades políticas, militares y policiales? ¿Qué países están detrás de la venta de estas armas?», se pregunta el salesiano de origen argentino. Preguntas para las que, por supuesto, no obtiene respuesta.
Tampoco entiende Crisafulli cómo la comunidad internacional no actúa contra los graves abusos a los que son sometidas las mujeres y las niñas. «Algo que podría parecer una película de terror, pero que es una tragedia real del siglo XXI», lamenta.
«Tantas declaraciones de los derechos de los niños y niñas en el mundo, en África, bellas teorías, nutridos congresos internacionales y nacionales, simposios, etc., pero miles y miles de niños y niñas nigerianos siguen crucificados, esperando su Domingo de Pascua», denuncia el provincial de los salesianos en Nigeria y Níger.
«El fundamentalismo de Boko Haram es un peligro para la seguridad y unidad de Nigeria. Han tenido incursiones en el centro del país y en el suroeste. Esto es un mal signo», declara.
El miedo es que toda esta violencia, radicada en el norte del país, se extienda al resto del territorio.
Para el religioso, la única manera de parar esta expansión es que intervenga el gobierno, a través de sus servicios de inteligencia y de seguridad. Y que lo haga, también, en el noroeste y el sureste que están «en manos de pandillas de bandidos y secuestradores».
Así y todo, asegura Jorge Crisafulli, la vida continúa «normalmente», día a día.
Manos Unidas trabaja en Nigeria desde 1991. En estos años, ha puesto en marcha 118 proyectos por importe cercano a 4,5 millones de euros. La mayoría de estos proyectos, el 41% han tenido la educación como protagonista. Los proyectos de carácter sanitario suponen el 16 por ciento, mientras que el sector de derechos humanos y sociedad civil alcanza el 15,2 por ciento de estas iniciativas.