El Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo se celebra desde 2002 anualmente hoy 10 de noviembre apadrinado por la UNESCO, el organismo dedicado a conseguir el establecimiento de la paz mediante la cooperación internacional en los ámbitos de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación e información.
La humanidad afronta retos cada vez más complejos: el aumento de las desigualdades entre y al interior de las naciones, el empeoramiento de la pobreza, el hambre, las enfermedades y el deterioro continuo de ecosistemas de los que depende el bienestar humano, etc. Y al ser tanto más complejos, las comunidades y los gobiernos no pueden resolverlos por sí solos; se requiere la atención y suma de todas las naciones. Y de ella, y de la mano de la ONU, empezaron a perfilarse, hace más de 30 años, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Es innegable el papel cada vez más determinante de la ciencia en nuestra sociedad: algunos avances transforman nuestra vida por completo al encontrar soluciones a los nuevos desafíos multifacéticos (económicos, sociales, medioambientales…) con las que construir un futuro mejor. La acuciante cuenta atrás hasta 2030, fecha en que el mundo espera terminar con la pobreza y el hambre, hace que la comunidad internacional esté explorando más intensamente nuevas y mejores formas de aprovechar la ciencia, la tecnología y la innovación (más inclusiva y en favor de los más vulnerables) como recursos clave para promover el progreso económico y social de los países en desarrollo.
Mans Unides comparte muchos de los objetivos que se fija este día, pero de manera especial el empleo responsable de la ciencia en favor de las sociedades y la erradicación de la pobreza a través del uso adecuado de la ciencia adaptada al medio.
En un mundo donde varias causas alejan a las personas más vulnerables de la seguridad alimentaria y el derecho a la alimentación (el cambio climático, los conflictos armados y la inestabilidad económica), alcanzándose esos terribles 735 millones de personas que padecen hambre, nuestros proyectos de desarrollo integral, cuyo objetivo es la consecución de los derechos de las personas, procuran satisfacer las distintas necesidades empleando la ciencia, la tecnología y la innovación. Tal es el caso de proyectos como el de Kribi, en Camerún, donde se reforzarán los servicios del hospital mediante la instalación de placas solares, baterías acumuladoras y un convertidor/inversor que regulará la corriente para que sea estable y continúa, o bien el de Port-au-Prince, en Haití, una planta de reciclaje de plásticos que lucha contra el uso contaminante del zinc en los tejados sustituyéndolos por plástico reciclado, más barato y resistente al clima.