Es necesario transformar el mundo desde nuestra acción y compromiso.
Con nuestra Campaña de 2021 –«Nuestra indiferencia los condena al olvido»– queremos sensibilizar a la sociedad española en la necesidad de poner nuestra mirada en los más empobrecidos, los últimos, para poder entender la realidad injusta de un mundo marcado por la desigualdad.
La desigualdad hace referencia no solo a la diferencia de ingresos o de recursos. También es la discriminación en las oportunidades de vida, la exclusión en el disfrute de los derechos a causa de la posición socioeconómica, del sexo, del origen étnico-racial o de la situación geográfica. Una inequidad que no es puntual sino permanente y estructural, y que se manifiesta en un profundo deterioro de las condiciones de vida digna.
Mirando desde los últimos, podemos reconocer la realidad de un mundo más desigual. Comprobamos que la pobreza, la precariedad en los sistemas de salud, la conflictividad, la violencia y, consecuentemente, el hambre, se están viendo incrementados y se suman a la crisis económica y medioambiental vigente. Se calcula que la crisis provocada por la COVID-19 empujará a otros 500 millones de personas a la pobreza.
Esto se deberá, entre otras cosas, al aumento de los despidos (en 2020 se perdieron unos 255 millones de empleos); a la situación de «pobreza laboral» de buena parte de la población condenada a un trabajo esclavo con los llamados «salarios de miseria» que no permiten una vida digna; al retroceso del propio trabajo informal por las restricciones a la movilidad y el parón de sectores como el turismo; a la abusiva rebaja del precio de las materias primas agrícolas que responde a un injusto comercio internacional y una despiadada especulación con la producción agrícola; y a la inexistencia de mecanismos públicos para contener el desastre.
Según datos de Naciones Unidas, el hambre podría alcanzar a más de mil millones de personas en los próximos años.
¿A quién afecta la desigualdad hoy?
Nuestro gran reto es generar esperanza en un mundo marcado por la desesperanza.
Estamos en un momento muy difícil, en el que la realidad nos presenta una crisis de proporciones alarmantes a distintos niveles. Los problemas son muchos y afectan, aunque en distinta manera, a toda la humanidad. Sin embargo, creemos que no estamos condenados a vivir en un mundo desigual. Sabiendo que nos encontramos ante una responsabilidad compartida pero diferenciada, queremos detenernos sobre algunos elementos transformadores que pueden estar en nuestras manos como institución.
¿Cómo podemos concretar ese compromiso?
Invitamos a todos a sumarnos de manera esperanzada en la construcción de un mundo donde nadie se quede atrás y el hambre se convierta en un triste recuerdo de un pasado marcado por la desigualdad. Y, como dice el papa Francisco:
«La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza» (FT 55).
Este texto es una versión reducida del Informe a fondo publicado en la revista nº 217 de Manos Unidas.