Artículo de opinión publicado en la versión impresa y online de El Mundo el sábado 3 de junio de 2017, en el marco de la celebración del Día del Medio Ambiente. Frente al cambio climático, el texto defiende la transformación de nuestro modelo de producción y consumo para caminar hacia un desarrollo humano sostenible. Escrito por Fidele Podga, coordinador del departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas.
*Artículo de opinión publicado en la versión impresa y online de El Mundo el sábado 3 de Junio de 2017.
Desde el principio de su vida en la Tierra, el ser humano ha sentido respeto y hasta veneración por la casa que le acogía. Con el paso del tiempo, y según se fue afirmando en su capacidad para transformar y dominar el entorno, su manera de relacionarse con el medio ambiente ha sido, con frecuencia, la propia de un depredador, con consecuencias nefastas para todos los seres vivos y, sobre todo, para las personas que viven en condiciones de pobreza y exclusión. La voracidad de nuestro mal llamado progreso provoca el gemido de la madre tierra y de los más empobrecidos. Beneficiándose de la industrialización, los países económicamente desarrollados agotaron primero sus propios recursos naturales y energéticos para, después, consumir los de los países empobrecidos.
El próximo lunes, 5 de junio, se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente al tiempo que seguimos ejerciendo una fuerte presión sobre el planeta mediante la explotación indiscriminada de los recursos hídricos y forestales, la contaminación de la tierra, el agua y el aire, el uso de energías sucias y la emisión cada vez mayor de gases de efecto invernadero.
Todos estos problemas complican la supervivencia de millones de personas y están presentes en la agenda internacional: desde la Declaración de París sobre Cambio Climático hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pasando por la encíclica Laudato Si' del Papa Francisco.
Este año, Naciones Unidas conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente con el lema Conectar a las personas con la naturaleza, y en su texto de presentación nos invita a que salgamos al aire libre y nos adentremos en la naturaleza para apreciar su belleza y reflexionar acerca de lo mucho que de ella dependemos, así como a descubrir maneras divertidas y apasionantes de experimentar y promover esa interrelación.
Estos millones de personas que dependen de la diversidad biológica y la salud de las aguas y los suelos, son quienes sufren primero las amenazas que afrontan los ecosistemas, ya sea en forma de contaminación, cambio climático o sobreexplotación. Este es el caso, entre otros, de los pescadores artesanales frente al agotamiento de ríos y mares, los campesinos pobres en entornos con agua y tierra contaminada y las comunidades costeras pobres ante la subida del nivel del mar.
Los datos de Naciones Unidas nos dicen que una de cada cuatro muertes en el mundo se debe a factores medioambientales y que las muertes anuales por vivir o trabajar en entornos insalubres se estiman en 12,6 millones. La agricultura comercial, basada en la explotación industrial a gran escala, provoca casi el 70% de la deforestación en América Latina y un tercio de la deforestación en África y no contribuye de manera significativa a cubrir las necesidades locales de alimentos ya que se concibe principalmente para las exportaciones. A su vez, la desertificación, que afecta a casi una cuarta parte del total de tierras del mundo, provocaría que en 2050, si no cambia la tendencia, hubiera entre 150 y 200 millones de personas desplazadas.
Para Manos Unidas, la cuestión del medio ambiente no debe desvincularse del hambre, la pobreza y la exclusión, ya que constituyen dos caras de una misma realidad marcada por la injusticia y la desigualdad.
La lucha contra el hambre y la pobreza será baldía si no se atacan las causas estructurales que las provocan y, entre ellas, están la sobreexplotación del medioambiente y el abuso y acaparamiento por parte de unos pocos de lo que es de todos; bienes comunes destinados a la vida digna de todas las personas que pueblan el planeta.
Nuestro actual modelo de desarrollo, dependiente de la energía derivada de los combustibles fósiles y cegado por la idea del crecimiento económico sin límites, está esquilmando los recursos naturales, agotando las energías y deteriorando el medio ambiente hasta poner en riesgo la propia reproducción de la vida.
Somos conscientes de la necesidad de un cambio radical en nuestra manera de relacionarnos y usar los bienes de la tierra. Frente a un modelo social y económico que pretende convertirnos en depredadores, nuestra responsabilidad y compromiso es ser cuidadores de la casa común que nos acoge y que compartimos con todos los seres vivos. Es imprescindible transformar nuestro modelo de producción y consumo para caminar hacia un desarrollo humano sostenible, y que nuestra "conexión con la naturaleza" hunda sus raíces en la justicia y la solidaridad.